Cédric Villani, el genio matemático de Macron, dirige la estrategia de Inteligencia Artificial del presidente francés. Sigue leyendo →
C uando el francés Cédric Villani ganó en 2010 la Medalla Fields -el galardón cuatrienal considerado el Nobel de las matemáticas- se convirtió en una sensación internacional. La comunidad científica celebró sus éxitos en el ámbito de la física estadística y, en particular, sus avances en la teoría de las ecuaciones diferenciales parciales. Entretanto, los medios quedaron fascinados con la extravagante personalidad del joven genio -adornada con dramáticos trajes de tres piezas, corbatas de terciopelo y enormes broches con forma de araña- y le bautizaron como el Lady Gaga de las matemáticas .
Después, como director del prestigioso Instituto Henri Poincaré en París, Villani continuó su labor de investigación, pero también se mostró cada vez más interesado en el ámbito público. Se embarcó en una serie de charlas por todo el mundo, lanzó una colección de DVD educativos y, consolidado como figura pública, empezó a mojarse en política. Primero hizo campaña a favor de la socialista Anne Hidalgo en su exitosa conquista de la alcaldía de París, pero en los últimos años fue el inesperado abanderado del liberal Emmanuel Macron , que le eligió como candidato a la Asamblea de la República en 2017.
Electo con una amplia mayoría, Villani ha dejado el laboratorio para desempeñar un papel clave en la Administración, personalmente encargado del desarrollo de la estrategia de Inteligencia Artificial (IA) de Francia . El matemático habla sobre su paso a la política, el desgaste de Macron… y por qué no debemos temer la IA.
¿Cómo cambió su vida al recibir el Nobel de las matemáticas?
Me hizo famoso. Nunca aspiré a ser una figura pública, pero intento utilizar mi fama para recaudar fondos para la ciencia. Mi objetivo ha sido establecerme como un enlace público entre el mundo científico y la sociedad general.
Con este fin, se ha convertido en una figura mucho más mediática que intenta explicar la ciencia al pueblo llano. ¿Le resulta difícil es proceso?
A veces. Depende mucho de la explicación que se intenta hacer. Uno puede simplificar una investigación matemática hasta reducirla a una frase minimalista -yo, por ejemplo, diría que estudio cómo el plasma se mantiene estable ante la perturbación-, pero también puede entrar en detalles y hacer que esa explicación sólo la entiendan unos pocos expertos. Yo intento llegar a un público amplio, y creo que la clave es contar una buena historia, explicar el desafío y cómo intentamos superarlo. La ciencia puede resultar tan fascinante como una novela policiaca si se cuenta bien; a todos nos encantan los misterios.
Ha sido criticado por miembros de la sociedad general -que se mofa de su estilo de vestir- y de la comunidad científica por sobrexponerse. ¿Le molestan esos comentarios?
Poco. Llevo vistiéndome así desde hace 25 años. Siempre me gustó la estética romántica y he vestido chorreras, lechuguillas, sombreros de copa… Algunos me han ridiculizado por ello, pero es una cuestión de gustos. Algunos colegas han sugerido que me visto así para atraer la atención, y que «traicionaba a la causa» por acudir a los platós de televisión. Creo que ya entienden que cuando salgo en la televisión no lo hago para venderme como individuo, sino para llamar atención a nuestra causa común: la ciencia. Eso implica tener que compartir algo de lo personal y dar opiniones sobre asuntos que no dominamos, pues, si sólo estamos dispuestos a hablar sobre las matemáticas, es poco probable que los medios y la sociedad nos hagan caso. Es algo que he tenido que hacer como científico, y ahora como político.
¿Por qué decidió presentarse en las últimas elecciones?
Sentí la obligación de hacerlo al ver que existía la posibilidad real que Marine Le Pen se hiciera con el poder. Sentí que tenía que hacer todo lo posible para evitar que eso pasara y ahora, como diputado, me siento igualmente comprometido con el proyecto del presidente Macron, que sigue siendo frágil.
¿Cómo describiría a Emmanuel Macron?
Es joven. Quienes le apoyan dicen que tiene ideas jóvenes; sus enemigos dicen que le falta experiencia. Yo creo que es una persona muy capaz, muy energética, pero que todavía no ha logrado que el público le comprenda del todo.
¿Cómo ha vivido el desgaste político del presidente estos últimos meses?
Muchos me han dicho que me debería apartar para evitar verme contagiado por la escasa popularidad del presidente, pero yo creo que es el momento para mostrarme aún más comprometido con su proyecto. Como todos los presidentes, ha sufrido un desgaste, pero eso es inevitable cuando llevas a cabo reformas estructurales complejas. Creo que los ciudadanos no captan su fuerza, su capacidad de enfrentarse a tantos frentes a la vez, en la política doméstica, europea e internacional.
¿Pero también admite que ha cometido errores?
Absolutamente. El Gobierno tiene problemas de comunicación. Es un movimiento compuesto por personas ajenas a la política tradicional -entre ellos, yo mismo- que todavía están aprendiendo cómo funcionan las cosas. No hemos conseguido explicar muchos elementos de la política al pueblo.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido del mundo de la política?
La negatividad. No me esperaba los ataques a través de las redes sociales y el antagonismo de los medios. La relación es muy distinta que cuando era científico. Ahora pasan todo el rato intentando atraparme en alguna contradicción. También me ha sorprendido la gente que se opone a ti públicamente sólo por llevarte la contraria, pero que luego están dispuestos a trabajar contigo en el Parlamento. Es fascinante.
El presidente le encargó desarrollar la estrategia de IA de Francia. ¿Por qué es un asunto prioritario para el Gobierno galo?
La IA está cambiando el mundo. Algunos países, como China, están reaccionando a esos cambios muy rápidamente. Pero en Europa ha faltado una estrategia conjunta y, por ese motivo, Francia ha decidido liderar la carga. Queremos trabajar con todos, pero queremos crear un entorno que garantice que nuestros mejores cerebros se queden en Europa, para evitar que el conocimiento se centre en otras partes del mundo.
La IA implica una mayor automatización del trabajo. ¿Ha sido complicado promocionar su mayor desarrollo en un país con tanta historia de lucha obrera como Francia?
Sí. Nuevamente, nos encontramos ante un problema de comunicación. Nadie sabe si la IA necesariamente implicará la eliminación de puestos de trabajo. Yo creo que su impacto será menor al de la revolución digital. La digitalización facilita la automatización total, pero la IA requiere gestión humana.
Dada la carga cultural de filmes que hablan de la amenaza de la IA, ¿tenemos motivos para temerla?
Sobran los ejemplos de antecesores que no se preocuparon suficientemente sobre una amenaza, pero no hay motivos para temer la IA. La gente se preocupa que vayamos a crear a un Terminator, pero creo que lo que debemos temer es aquello que ya existe: los bots de fake news. Temo mucho más a una aplicación educativa que inculque a los alumnos información falsa que a un robot asesino.
La colaboración internacional es habitual entre miembros de la comunidad científica, pero en el ámbito político vivimos en un momento de creciente aislamiento y nacionalismo. ¿Le preocupa?
Me aterroriza. El presidente ha comparado la situación actual con la Europa de los años 30, un continente tenso, con movimientos populistas y muros por todas partes. Por eso es importante que demos un paso al frente las personas que saben lo bueno que es tener colaboración libre y fronteras abiertas.
¿Ve su futuro en el ámbito de la política, o le gustaría volver al mundo académico?
Me gustaría ser alcalde de París. En 2014 apoyé a Hidalgo; sigo considerando que el programa que presentó fue bueno, pero la ejecución ha dejado mucho que desear. Creo que puedo hacer de París una ciudad mejor.
Para los no expertos, ¿cómo resumiría el trabajo que le hizo merecer la Medalla Fields?
Fui reconocido por mi trabajo en la física estadística, específicamente por mi estudio del comportamiento del gas y el plasma. Mi enfoque eran los gases diluidos y la ecuación de Boltzmann, y el momento en el que los electrones se separan de los núcleos. Se estudian las interacciones electrostáticas en las que dominan las colisiones como si se tratara todo de un problema estadístico, tomando en cuenta las miles de millones de partículas y electrones e intentando identificar la dinámica colectiva con la que actúan.
¿Cuál sería la aplicación práctica de sus estudios?
Creo que nos equivocamos al reducir a los estudios científicos a las aplicaciones prácticas que puedan tener: entre la teoría científica y los productos tecnológicos que pueden resultar de ese trabajo hay una larga cadena compuesta por muchos niveles intermedios, y cada uno de ellos es importante. El efecto de amortiguamiento de Landau, por ejemplo, no tiene una aplicación directa, pero nos permite entender fenómenos asociados con la física del plasma que, a su vez, es clave en la energía nuclear. Un ingeniero pregunta para qué sirve X, un físico pregunta cómo existe X, pero los matemáticos preguntamos por qué existe X.
Texto: AITOR HERNÁNDEZ MORALES (EL MUNDO)
Foto: GETTY