octubre 17, 2015
No fue pato rengo ¿Será jarrón chino?
Después de ocho años en el poder, Cristina Kirchner logró mantener la centralidad. En la Casa Rosada aseguran que no será un estorbo para Scioli aunque su rol futuro sigue siendo incierto. Sigue leyendo
Eduardo Duhalde fue irónico.
-Me parece bien que haya un doble comando porque la presidenta no está preparada para gobernar -castigó al regreso de sus vacaciones en Pinamar, allá por el 2007.
Aludía a la supuesta injerencia de Néstor en la gestión de Cristina.
La frase no reflejaba la realidad pero sí aquel deseo incumplido del bonaerense de administrar el poder de los Kirchner desde fuera de la Casa Rosada.
Quería estar omnipresente, digitar las decisiones, ser una suerte de conductor en las sombras. Pero fracasó en el intento porque su sucesor se desembarazó raudamente del mote de chirolita.
Duhalde sucumbió ante las máximas partidarias: aquellas que indican que el peronismo es verticalista, que no admite dos conductores ni distribuye lapiceras. Manda uno y solamente uno.
Comenzó, en definitiva, a saborear el trago amargo que significa despedirse del poder. Se convirtió, en palabras de Felipe González, en un jarrón chino.
“Para mí, los ex presidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes”, se reía de su propia desgracia el ex jefe de gobierno español.
Duhalde arrastraba una debilidad de origen. No llegó a la presidencia por el voto popular sino por decisión de una Asamblea Legislativa, en el marco de la peor crisis económica de los últimos años.
La situación de Néstor Kirchner fue diferente. Aunque había llegado al gobierno con apenas el 22 por ciento de los votos, pasó al llano con prestigio y legitimidad. La posibilidad constitucional de ser reelecto –a lo que desistió- le evitó el karma del “pato rengo”, término que acuñaron los norteamericanos para describir la pérdida gradual de poder de un mandatario en salida.
O sea, Néstor fue un ex presidente fuerte, presente, desequilibrante y activo. No obró como jarrón chino en términos valorativos, ya que tuvo relevancia como escudero político del gobierno de Cristina, aunque durante un tiempo exhibió la dificultad de encontrar su lugar en el mundo.
Tras quitarse la banda, buscó liderar el PJ, se convirtió en candidato testimonial y finalmente se abrazó a la secretaría general de la Unasur, desde donde pudo articular políticas con líderes de la región.
Despierta un enorme interés saber ahora cuál será el derrotero de Cristina, a la que nadie imagina limitada a la crianza de sus nietos en El Calafate.
La respuesta asoma mucho más sencilla si su sucesor es Mauricio Macri, ya que automáticamente se convertiría en la jefa de la oposición Pero no parece ser tan clara si el ganador es Daniel Scioli.
La Presidenta logró mantener la centralidad, y aún sabiéndose imposibilitada de una re-reelección exhibe un poder omnímodo, como si el desgaste de haber estado ocho años en el poder no le hiciera mella.
Dicho de otra manera, Cristina sorteó el karma del pato rengo pero nadie sabe si zafará del estigma de convertirse en jarrón chino ( y no es una evocación al «Chino» Carlos Zannini, el candidato a vicepresidente del oficialismo).
¿Su indudable ascendencia potenciará o limitará a Scioli? ¿Custodiará el modelo desde las sombras o pedirá micrófono para el reproche público? ¿Bajará el perfil y acompañará en silencio a su sucesor o intentará competirle la conducción partidaria?
Aunque suene más a deseo que a certeza, los sciolistas la ven ocupando un cargo internacional, lo que le daría protagonismo y visibilidad pero eximiéndola de involucrarse en las rencillas domésticas.
El dilema sobre el futuro de Cristina se descifrará en cuestión de semanas, acaso antes de que expire el 2015. Lo único claro por hora es que nadie la podrá ignorar.
- Texto: Diego Schurman (Infonews)
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