febrero 1, 2019
“Mi función es escribir, y en Cuba escribo”
Leonardo Padura, el maestro cubano de la novela negra, reflexiona sobre los cambios en la isla y la vejez de Mario Conde, su emblemático personaje Sigue leyendo
«Cartagena está más cerca de La Habana que de Bogotá», apunta Leonardo Padura para referirse a las conexiones históricas entre las dos ciudades caribeñas que siente tan próximas. El maestro cubano de la novela negra publicó hace un año La transparencia del tiempo, el libro más reciente de la saga de Mario Conde, su emblemático personaje. El policía retirado que de vez en cuando acepta algún trabajo como investigador privado incluso ha llegado a Netflix, y su creador es uno de los invitados estelares del Hay Festival en la ciudad amurallada de Colombia.
Padura (La Habana, 1955) conversará este viernes en Cartagena de Indias con el director de EL PAÍS América, Javier Moreno. Hasta el 3 de febrero formará parte de un cartel que incluye a la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, el rumano Mircea Cartarescu o la británica Zadie Smith. En esta charla telefónica, el autor de El hombre que amaba a los perros —sobre el asesinato de Trotsky—, se muestra inquieto por los cambios que está viendo en la isla.
Pregunta. En La transparencia del tiempo, Mario Conde se asoma ya a los 60 años y lo asalta el desencanto. ¿Cómo siente que envejeció su personaje?
Respuesta. Con Mario Conde yo he hecho un experimento de ver cómo transcurre el tiempo en dos sentidos: en el sentido físico, intelectual, humano, de una persona, y en el tiempo histórico que va viviendo el personaje. En ese tiempo físico el Mario Conde de las primeras novelas era un hombre de 35 años, un policía, en el año 1989. Tenía sus características de ser un hombre que miraba con cierta frecuencia hacia el pasado, con nostalgia, y en el transcurso de las novelas esas características suyas se han potenciado. Y el personaje a la vez ha ido envejeciendo físicamente al llegar a los 60 años y tiene una visión evidentemente más pesimista de la vida porque ha visto que su propia realización personal nunca se ha producido.
P. La sociedad cubana se ha transformado en estos años.
R. Y mucho. Uno de esos síntomas se ve muy claramente en La transparencia del tiempo, y es hasta qué punto el tejido social se ha dilatado. Era muy homogéneo en los años 70 y 80, y se ha dilatado para que vayan apareciendo ciertos destellos de una riqueza que se hacen mucho más evidentes cuando uno mira zonas de pobreza que han ido creciendo, y que han ido marginando a una parte de la población.
P. Las diferencias sociales no parecen tan erradicadas en Cuba como se llegó a mostrar en algún momento.
R. Una crisis económica que fue muy devastadora en los años 90 definitivamente no se ha recuperado hasta hoy, con un país que crece un 1 % por año. La economía no acaba de superar las carencias que tiene, eso por supuesto produce una acumulación de deudas, de necesidades, que se refleja en una parte importante de la ciudadanía cubana. A la mayoría de los trabajadores en Cuba los salarios no les alcanzan para vivir. No es que lo diga yo, lo dijo hace ya diez años el propio Raúl Castro. Es una situación que no se ha resuelto.
P. La transparencia del tiempo comienza cuando Bobby Roque, un amigo de infancia, le pide a Conde encontrar una virgen negra robada, de origen africano. Roque es gay. ¿El homosexualismo ya no es estigmatizado en Cuba? ¿Es una situación superada?
R. Creo que sí, totalmente superada. Históricamente la homosexualidad en Cuba tuvo una mirada muy prejuiciada por parte de una moral católica y de un entendimiento del mundo judeocristiano, a lo que se sumó prejuicios de una moral que de alguna manera pudieron preservar muchos de los esclavos africanos que llegaron a Cuba. Después del triunfo de la revolución esto tiene momentos mucho más álgidos en los años 60 y 70, cuando se le da también un carácter de debilidad ideológica a la homosexualidad. De todas maneras, este fenómeno de marginación del homosexual en esos tiempos no es para nada exclusivo de Cuba. A partir de los 80 empieza a cambiar, y creo que hoy definitivamente ha sido superada. Hasta el punto de que se discutió si en la constitución que va a referendo en unos días se consideraba el matrimonio igualitario como una de las modificaciones. Hubo una ligera modificación, no fue tan profunda como se esperaba, pero de hecho se reconoce el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo.
P. La novela está ambientada en un momento muy concreto, 2014, cuando ocurre el deshielo entre Washington y La Habana. ¿La nueva era que se anunciaba entonces nunca llegó con Trump?
R. La novela cierra su recorrido por el presente justamente el día 17 de diciembre de 2014, cuando Raúl Castro y el presidente Obama anuncian que Cuba y Estados Unidos van a comenzar conversaciones para un restablecimiento de relaciones diplomáticas. Eso fue primeramente una conmoción, y no solo en Cuba. Vimos casi con asombro, y con grandes esperanzas, como se izaba una bandera americana en la embajada que tienen en el malecón de La Habana, la visita posterior de Obama en el año 2016 y toda una serie de gestos que indicaban la posibilidad de una convivencia mucho más civilizada. Pero ocurrió lo que lamentablemente no estaba previsto que ocurriera, que Donald Trumpllegara a la presidencia. Eso ha sido una conmoción no solo para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ha sido un fenómeno que ha puesto en tensión al mundo entero, pero sobre todo a la propia sociedad norteamericana. Lo estamos viendo en estos días con un Gobierno norteamericano que lleva dos meses prácticamente cerrado por las diferencias entre el presidente y el congreso.
P. ¿Qué hace falta para poder recuperar ese momento esperanzador?
R. Voluntad política. Y en este caso, voluntad política por parte del Gobierno de Estados Unidos.
P. ¿En qué ha cambiado la isla bajo Miguel Díaz-Canel?
R. Ha cambiado muy poco. Va a cumplir un año en el poder, está tratando de sistematizar un poco una organización de las estructuras de Gobierno, se va a llevar a referendo el día 24 del mes próximo una constitución que avanza en algunos elementos respecto a la constitución anterior, en otros nos deja con expectativa de que pudo haber sido más progresiva. Y sobre todo creo que una de sus banderas ha sido intentar una lucha contra una corrupción que a veces es de bajo nivel, pero muy extendida.
P. Ya hablamos del personaje. ¿Cómo le sienta la vejez al escritor?
R. A los 60 años un novelista está todavía en plenitud de condiciones. Si no tiene grandes problemas físicos, es un momento en que ha acumulado una experiencia y un oficio que lo ayudan mucho a la hora de realizar su trabajo. De todas maneras, la experiencia y el oficio son una ayuda, pero no son una solución. Cada vez que me enfrento a la escritura tengo que aprender a escribir esa novela que estoy escribiendo. Ahora mismo estoy escribiendo una novela que ocurre en distintos escenarios, con muchos personajes, porque tiene que ver con la diáspora cubana de mi generación y me obliga a una estructura completamente distinta de las novelas anteriores. Con los años uno puede sufrir una afectación de ese aparato tan importante en los escritores que Hemingway calificó como “el detector innato de mierda”. Hay escritores que les empieza a fallar con los años, y uno debe tener mucha consciencia.
P. ¿Sus libros reciben menor promoción en Cuba que en otros países de América Latina?
R. Desde hace 23 años tengo una editorial en España que es realmente un lujo (Tusquets), que cuida mucho la promoción de sus autores. Eso me ha permitido tener no solamente ediciones en lengua española, que se distribuyen en España y en toda América Latina, sino también acceder a otros mercados. En estos momentos publico en 25 idiomas. He tenido la posibilidad de escribir para el cine, he tenido recompensas de diferente tipo en diferentes partes del mundo, incluido un premio tan importante como el Princesa de Asturias. En Cuba he ganado todos los premios, pero las ediciones de mis libros siempre han sido limitadas. Por cuestiones de carácter económico o por cuestiones de carácter promocional. Que a veces se pueden confundir, a veces se pueden mezclar o a veces se pueden enmascarar una con la otra. Lo que está muy claro para mí es que Cuba es mi país, mi lugar de residencia. Mi función es escribir, y en Cuba escribo.
- Texto: SANTIAGO TORADO (EL PAÍS)
- Foto: DANIEL MORDZINSKI