junio 2, 2022
«La experiencia histórica dice que no se ganan elecciones con una inflación superior al 30% anual»
El ex presidente del Banco Central durante el gobierno de Cristina, Alejandro Vanoli, elaboró un plan de estabilización que regoge las experiencias del Plan Austral y la Convertibilidad. Sigue leyendo
Alejandro Vanoli dice que está muy cómodo con su trabajo en la consultora Synthesis, pero no puede con el vicio de la política y aprovechó este tiempo fuera de la gestión para escribir un plan anti inflacionario provocador y novedoso. El ex presidente del Banco Central de Cristina Kirchner trabajó sobre dos iniciativas que a simple vista parecen incompatibles: el Plan Austral de Juan Sourouille durante el gobierno de Alfonsín y la Convertibilidad de Domingo Cavallo con Carlos Menem. En una entrevista con LPO detalló su propuesta.
– ¿Cómo se ataca el fenómeno inflacionario en Argentina?
– La Argentina viene de 15 años de inflación elevada, especialmente de 2018 en adelante. La inflación se ataca con un programa consistente que ataque en simultáneo todas las causas que la provocan. Ello implica usar todo el arsenal de medidas las mas ortodoxas, monetarias y fiscales y las más heterodoxas, cambiarias, estructurales, de costos y de puja distributiva. Un enfoque parcial fracasa.
Macri en 2018 y 2019 hizo solo la parte «ortodoxa», un ajuste monetario y fiscal y la inflación llegó al 50%. En 2021 el Gobierno fue «más holístico» apeló a las anclas cambiarias y tarifarias además del retiro de los estímulos monetarios y fiscales, pero no atacó todas las causas y la inflación también llegó a 50%. Parafraseando la famosa frase de Alberto respecto a Cristina diría que «sin heterodoxia no se puede, pero con heterodoxia no alcanza».
Hay tres cuestiones esenciales a considerar que hoy faltan, dos locales y que vienen de arrastre, la inflación inercial producto de la indexación de la economía, y el componente de expectativas pesimistas de inflación y devaluación que mediante la profecía auto cumplida retroalimentan la inflación. Además tenemos un factor global que lleva dos años, la fuerte alza en alimentos y energía triplicando la inflación internacional.
– ¿La idea de combinar ortodoxia y heterodoxia es producto de la idea de indexación de la economía, que significa esto?
– Es producto de que la Argentina lleva casi 15 años de una inflación inercial que no bajó de 1,5% mensual. Los contratos formales, como los alquileres, pero también diversos precios de la economía, se ajustan por variables similares a la inflación pasada, sea por precios, por salarios o alguna estimación que reproduce el pasado en el futuro. Este fenómeno es característico de los procesos de alta inflación. Por eso un componente central de los planes de estabilización exitosos, incluyó atacar de raíz el problema de la indexación, más allá de la ponderación que se pueda hacer sobre el programa económico implícito en cada plan y como terminó cada uno. Dichos planes incluyeron el desagio en el caso del Plan Austral en 1985 que implicó corregir a la baja el ajuste de los precios según la inflación pasada y la proyectada en base a expectativas, lo cual tiene lógica si un nuevo plan baja la inflación y en la Convertibilidad de 1991, donde lisa y llanamente se prohibió la indexación mediante la propia ley. Esto último no fue eliminado de la ley de Convertibilidad en 2002 pero en la práctica reapareció varios años después con porcentajes fijos cuando la inflación volvió a subir.
– ¿Por qué con liquidaciones récord el BCRA no logra acumular reservas?
– Porque la política cambiaria enfrenta un serio dilema. Con una inflación alta se generan expectativas de que el Banco Central debe devaluar cada vez más, para que no se retrase el tipo de cambio y esto es inflacionario. Por otro lado, si el BCRA no lo hace, con el objetivo de anclar los precios, se retrasa el tipo de cambio. Como las expectativas del presente son de una mayor devaluación, se genera un triple corset, quienes tienen que liquidar exportaciones se retraen, aun con riesgos de menores precios de commodities y entonces hay menos oferta de dólares y quienes tienen que pagar importaciones se apuran a pagar todo lo que pueden, además de importar más por los problemas de una mayor inflación y de abastecimiento. Además, el sector privado se desendeuda todo lo que puede, dadas las restricciones del Banco Central.
Más allá de los datos de caja, la dinámica de los datos de comercio exterior es preocupante, si comparamos el primer cuatrimestre de 2022 contra 2021, donde con un crecimiento de un 28,5% en las exportaciones, el superávit comercial cae un 29% de US$ 4.001 millones a US$ 2.829 millones. La explicación de tal caída se debe en un tercio a los mayores precios de la energía, otro tercio al mayor déficit en turismo, viajes y crecientes costos de fletes y el tercero a mayores importaciones y pagos de deuda. Para salir de ese dilema de política entre tolerar mas inflación o un deterioro del sector externo, se debe frenar la inflación y revertir las expectativas de devaluación. Esto permite superar el dilema de devaluar o retrasar el tipo de cambio.
– ¿Se resuelve dolarizando?
– Absolutamente no. La dolarización puede bajar la inflación, pero a un altísimo precio. Perder la moneda nacional implica renunciar a instrumentos de regulación del ciclo económico. No soluciona la competitividad de la economía al atarse a la moneda patrón. Por otro lado, no soluciona ni la cuestión del déficit fiscal y mucho menos del endeudamiento, que una dolarización con devaluación agravaría por el impacto en una menor capacidad de pago. Además, se dejaría de contar con un prestamista de última instancia del sistema bancario. La Reserva Federal de EE.UU. no responde por la solvencia de los sistemas financieros en los 12 países dolarizados. Una dolarización implicaría una megadevaluación con fuerte aumento de la pobreza y una reprimarización de la economía nacional. Dolarizar sería un atajo al abismo. Recordemos la crisis secular de Grecia atada al euro, sin instrumentos de política para compensar los diferenciales de productividad con Alemania. La clave es estabilizar el peso y recuperarlo gradualmente en todas sus funciones como moneda, no eliminarlo.
– ¿Faltan políticas distributivas, trabajar más sobre los ingresos?
– Venimos de una tendencia de empeoramiento desde 2017. Luego de la crisis de 2018 y la pandemia, el gobierno logró que se mantenga el poder adquisitivo del salario en el sector formal de la economía y en las jubilaciones mínimas. Pero vienen perdiendo los empleados estatales y el sector informal. Acá hay una doble cuestión ética y práctica. Hay que aumentar los ingresos por que es moralmente justo y porque hay que sostener la actividad económica en un contexto de desaceleración global. Yo sostuve en enero de este año que era razonable el acuerdo con el FMI si, en primer lugar, la verdadera meta era el crecimiento y los equilibrios económicos derivaban entonces de crecer y no producto de un ajuste y en segundo termino dije que era esencial gravar las altas rentas y riqueza que contribuyen menos de lo que lo deberían hacerlo por alícuotas menores a las internacionales, diversas exenciones impositivas, o subvaluaciones de activos que pueden y deben ajustarse para recaudar más y tener un sistema tributario más justo.
– ¿Es el acuerdo con el FMI un limitante a las políticas distributivas?
Conceptualmente el propio FMI ha señalado que debe gravarse en mayor medida a los ricos y evitar que la crisis recaiga en los sectores más vulnerables. Hay mucho espacio de política fiscal para avanzar hacia un sistema más racional y justo. El propio FMI ha señalado que para que el acuerdo tenga éxito debe tener contar con «un amplio apoyo político y social». La coyuntura global refleja un aumento de la inflación internacional, una desaceleración del crecimiento global por la yuxtaposición de la suba de precios por problemas logísticos derivados de la pandemia, los confinamientos, mayores precios de alimentos y energía por la pandemia y la guerra en Europa Oriental y la suba de tasas en EE.UU. y Europa entre otros países. No hablo de abandonar el acuerdo, pero tampoco se lo puede cumplir a rajatabla sin un alto costo social. Es claro que habrá que pedir «waiver» producto de los cambios en las condiciones internacionales. Todos los países lo harán y el FMI deberá aceptar los desvíos si hay voluntad de cumplir, dentro de un marco de razonabilidad. El FMI no puede permitirse otro fracaso con Argentina a pocos meses del acuerdo y con el recuerdo cercano del fracaso de 2001 y 2018-2019. Hay que leer que el mundo cambió y que no se puede tirar mucho mas de la soga. Ello no implica que no haya que hacer aumentos razonables del costo de la energía a quienes puedan pagarlo. Un equilibrio. Ni tarifazos ni mayores retrasos de precios en la energía a quienes pueden pagar.
– ¿Por qué los bonos soberanos siguen a precio default?
– Argentina arrastra una historia de defaults. Este factor es parte de la verdad, pero es cierto que varios países en el siglo XXI pudieron bajar la prima de riesgo, luego de varias hiperinflaciones, crisis bancarias y cambiarias del siglo XX. Argentina pudo salir de crisis bancarias, manteniendo 20 años políticas prudenciales en el sistema financiero desde 2002, pero no pudo evitar devaluaciones y un default parcial de la deuda en 2019. Es verdad que la quita de la deuda en 2020 debió ser mayor, pero fue la que pudo lograrse. Ahora la salida es consolidar un crecimiento sostenido y un desendeudamiento gradual. De nuevo equilibrio: ni mayor endeudamiento en moneda extranjera ni pagar todo sin financiamiento de una parte de los vencimientos. Hay que articular políticas de corto y mediano plazo. Otro falso dilema es enfocarse en el corto plazo o en largo. Son ambas cosas y articuladas.
– ¿Es posible financiar el crecimiento?
– Uno de los principales problemas para lograr financiamiento para el sector público y privado es la restricción externa. En un contexto de expectativas de devaluación, como señalamos antes todos los actores económicos sean poderosos o pequeños tienen incentivos a no ingresar divisas o a sacarlas como puedan. Se requiere un plan de estabilización y un shock de políticas públicas que creen confianza. A partir de ahí se produce un proceso de una mayor demanda de moneda nacional y se vuelven más atractivos los activos locales.
El contexto de crisis global de alimentos y energía representa una oportunidad para desarrollar oportunidades de inversión. Si bien hoy es obvio que es necesario mantener controles prudenciales hay que implementar una flexibilización en la disponibilidad de divisas de sectores que generen mayores exportaciones en tanto y en cuanto el balance neto de divisas sea favorable, sujeto a garantizar la seguridad alimentaria de los argentinos.
El financiamiento del desarrollo requiere además de sanear la macro ir canalizando recursos de Organismos Internacionales, incluidos la CAF y el Banco de BRICS, potenciando al BICE y a la banca pública, junto a la movilización del ahorro en el mercado de capitales local con acento en la economía real. De nuevo, así como no es bueno el endeudamiento insostenible, tampoco lo es el desendeudamiento forzoso por la ausencia de crédito. No es lo mismo deber en pesos que en moneda extranjera. El camino es ir logrando gradualmente un mayor financiamiento en pesos con alguna cláusula de ajuste y alternativamente con una tasa de interés positiva en términos reales. Luego de un período de desinflación los países logran financiarse en moneda nacional sin ajuste inflacionario.
– ¿Cómo caracterizas, en este contexto, el debate interno del FDT?
– El debate en un frente tan plural y diverso como el Frente de Todos incluye emplear mecanismos más consensuales o más regulaciones desde el Estado. Claramente en estas cuestiones hay diferencias importantes. Hoy por hoy para Alberto profundizar esta senda que incluye el acuerdo con el FMI parece el camino correcto. Para Cristina esta política es de ajuste y conlleva grandes riesgos sociales, además de una derrota segura en las elecciones. Es tan cierto que era necesario un acuerdo con el FMI dada la restricción externa, como que es muy riesgoso atarse a un programa que intente cumplir el acuerdo con un ajuste y no creciendo.
El desenlace del programa económico dependerá de la fortaleza política que lo sustente, la calidad de gestión y por sobre todo la evolución de la situación internacional. Habrá que analizar cuidadosamente la marcha de la economía global para implementar correcciones en el programa. La experiencia histórica marca que muchas veces los políticos y los economistas se enamoran de tácticas e instrumentos y no adaptan la táctica cuando el contexto obliga a cambiar. El caso más claro fue la Convertibilidad y así terminó como terminó, pero pasó en todos los gobiernos.
Es ilustrativo ver qué pasó con la macro de 2020. Desde el punto de vista macro, 2020 fue muy bueno en crecimiento y empleo, aunque con ritmos diferentes por sector productivo y como describimos un panorama dispar en los asalariados, aunque claramente no fue bueno en la inflación. Fin de año 2020 contra fin de 2021 crecer 10,3% es excelente. Pero hasta el cuarto trimestre de 2021 los salarios y jubilaciones corrieron de abajo a la inflación. Eso impactó entre otras razones, en las elecciones del año pasado.
– La unidad, ¿es una condición necesaria para que no gane la oposición en 2023 como dicen en el Frente de Todos?
– Es necesaria la unidad del peronismo no solo para ganar sino para poder gestionar en un contexto crítico. Pero primero hay que administrar 15 meses la economía hasta las PASO y casi un año y medio hasta un hipotético ballotage. Para poder imponer políticas en el marco de una democracia e incluso para consensuar las mismas con los diversos sectores, hace falta fortaleza y muñeca política. Si se quiebra el Frente de Todos pierde seguro las elecciones de 2023. No obstante, la unidad es una condición necesaria pero no suficiente. La unidad se debe cimentar en acuerdos sobre un proyecto que sea viable en términos políticos, económicos y sociales. Hay que encontrar una salida por arriba del laberinto.
Para mí es posible un acuerdo sobre la base de un golpe de timón que permita revertir las malas expectativas del presente y bajar fuertemente la inflación como base de un crecimiento sostenido. Hay necesidad de una respuesta eficaz, no ideológica pero tampoco tibia, adaptada al contexto global. Por ejemplo, si hay que cerrar temporalmente exportaciones como hace la India con el trigo o Indonesia con el aceite, por fuera de subir retenciones, porque es necesario hacerlo, debe hacerse. Como también reducir ciertos subsidios para tener margen fiscal para usar el gasto de manera más eficiente, para dar dos ejemplos «ideológicamente» antitéticos.
Los conservadores generaron un marco de políticas intervencionistas en los años 30 ante la crisis, más allá de su «ideología». Había un interés superior. Es necesario recalcular la política ante circunstancias de crisis global muy cambiantes, pero que sin dudas reflejan que la globalización naif de principios de los años 90 ha terminado y vamos a un mundo de fuerte conflicto entre dos bloques hegemónicos. El gobierno puede argüir que hay que dar más tiempo para ver los eventuales resultados positivos del programa. Pero debe aprovecharse la experiencia de 2021, para entender políticamente lo crucial del timing de las medidas para conseguir una fuerte baja de la inflación y que la mejora se sienta en el bolsillo en el segundo trimestre de 2023 antes de las PASO. Creo que el Gobierno deberá implementar un Plan B si en dos o tres meses la actual estrategia no da los resultados esperados. Y que la unidad será causa y consecuencia de un plan económico integral exitoso que es lo que busca el peronismo todo, más allá de sus diferencias de cara al 2023.
– Recomponer ingresos y bajar inflación ¿Es una condición necesaria para que el Frente de Todos se mantenga competitivo electoralmente?
– Claramente en Argentina hay una correlación importante entre el voto y la situación económica. Sin ser economicista el bolsillo es un factor primordial, aunque no el único. El oficialismo de turno ganó las elecciones de 1985, 1991,1993, 2003, 2005,2007,2011 y 2017 con una inflación en descenso y/o con fuerte crecimiento. En 1987, 1989, 1999, 2001, 2009, 2013 y 2019, ganó la oposición por lo inverso, el deterioro económico. Hubo dos años raros, 1995 donde se valoró la estabilidad y el crecimiento 1991-1994, más allá de la crisis que provocó el denominado «efecto tequila» iniciada en México y 2015 donde el factor fundamental del resultado electoral no fue la economía, porque la inflación bajaba y la economía creció luego de la devaluación de 2014.
Pero detengámonos en 1985 y 1991, el oficialismo triunfó por haber lanzado el Plan Austral y el Plan de Convertibilidad, revirtiendo una muy elevada inflación o hiperinflación. O en 2003 donde no habiendo un plan explícito la gestión de Duhalde y Lavagna permitió una salida de la crisis. Pienso en un plan de estabilización que puede ser una jugada ganadora que unifique al Frente de Todos, que incluya como factor determinante solucionar el flagelo inflacionario, que alcanza niveles peligrosos. La galvanización del espacio será si se ve que es un frente «para la victoria». La experiencia histórica dice que no se ganan elecciones desde 1983 con una inflación superior al 30% anual. Para la gente hoy la inflación es su principal preocupación. Así es necesario un Plan de Estabilización que retome lo mejor del Plan Austral y el Plan de Convertibilidad sin sus errores y adaptado a los tiempos, quebrando la inflación inercial, limitando todas las presiones de inflación de costos incluyendo la cuestión cambiaria y revirtiendo las expectativas de devaluación e inflación con una convergencia sincronizada a la baja, profunda y no blanda. Ejerciendo el poder político y buscando consensos desde el apoyo popular a una verdadera y eficaz salida del problema.
– ¿Es posible hacerlo?
Se podrá argüir que no están dadas condiciones para estabilizar. Es sin dudas más fácil hacerlo desde una inflación más alta o una híper. También que puede salir mal como el Plan Primavera de Alfonsín de 1988 si no hay fortaleza política y buena gestión y no ayuda el contexto global. Pero las condiciones son las que son. O estabiliza este gobierno o lo hará la oposición de shock y sin anestesia luego de 2023. No creo haya lugar a la resignación ni del Gobierno ni de Cristina ni del Peronismo de gobernadores, intendentes, sindicatos y movimientos sociales, fuera de sus diferencias. Perder tendría un elevado costo para todos y nadie podría desmarcarse del fracaso.
- Texto: Luciana Glezer(LAPOLITICAONLINE.COM)
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