julio 29, 2019

“La cultura es un espacio de desconexión en Venezuela”

Mariaca Semprún: actriz venezolana, que considera el espectáculo como un lugar de evasión y encuentro necesario en su país Sigue leyendo

Desde muy joven canta y actúa en televisión, teatro y cine. No se decanta por una de sus dos facetas por eso se define como “cantactriz”. Mariaca Semprún (Caracas, 1980) desborda energía y está dispuesta a asumir cualquier reto profesional. Ahora vuelve a Madrid con el musical Piaf: voz y delirio, esta vez en el céntrico teatro Alcázar, cuya estética de los años veinte, envuelve aún más al espectador. Las butacas rojas, los palcos y las molduras con decoraciones en oro viejo, hacen más pensar que la propia Edith Piaf pudo haber pisado un escenario semejante. La venezolana emigró hace dos años por el colapso que vive el país. “Me lo he tomado como una consecuencia un poco triste, pero a la vez como una oportunidad de abrirme camino en otros lugares”. Su próximo proyecto es ponerse de nuevo en la piel de La Lupe, la diva cubana del bolero en los años sesenta, que considera que ha sido injustamente eclipsada. Además, coprotagoniza la película La noche de las dos lunas, del Miguel Ferrari, que se estrena en España el 30 de agosto. En una mañana soleada y calurosa, antes de entregarse a la transformación de la intérprete francesa, se somete al carrusel de preguntas de EL PAÍS.

Interpreta a mujeres fuertes y con una vida difícil.

Yo creo que atraigo a esos personajes [risas]. Tengo cierta fascinación por la historia de mujeres épicas, de mujeres que han logrado cosas, que han cambiado el curso de la vida. Interpreté a Hannah Arendt, que marcó el pensamiento político después de los juicios de Nuremberg.

¿A qué venezolana épica le gustaría interpretar?

A Manuela Sáenz, la gran amante de Bolívar. Hay una historia bien interesante detrás de ella. Si bien no nació en Venezuela, tuvo que ver mucho por la causa venezolana.

¿Cómo se define?

Como cantactriz, porque tanto en cine, televisión y teatro he podido hacer personajes que son cantantes y actrices, que requieren de las dos disciplinas, así que me he inventado ese término.

¿Cuándo supo quería ser cantactriz?

Desde que tengo uso de razón. Mis padres tenían un poco de temor de que me fuera por ese mundo artístico inestable, pero siempre lo supe. Lo apagué unos años estando en el colegio, aunque ya estudiaba música, y cuando me gradué dije ¿a quién voy a engañar? Yo quiero hacer esto.

¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?

Que tenía que ser responsable por mis propias acciones.

¿Con quién le gustaría sentaría en una fiesta?

Con Meryl Streep porque es la diosa de las diosas, para mí es la actriz más poderosa del planeta. Me gustaría hacerle muchas preguntas.

Una película que le marcó…

¡Olvídate de mí!, con Kate Winslet y Jim Carrey, que habla sobre el amor y cómo las personas están destinadas, o no… y a mí eso me marcó. También era más joven, pero hubo un antes y un después.

¿Con quién se quedaría atrapada en un ascensor?

Con Bradley Cooper por razones obvias…

En una fiesta de disfraces, ¿de qué iría vestida?
¡Qué difícil! Como actriz me he disfrazado de tantas cosas… no sé, de villana, tal vez, es algo que no he hecho nunca.

Un lugar que le inspire…

Cualquier lugar con mar… La playa y el mar me conectan.

Los premios sirven para…

Para que saques una visa, para engordar tu currículum, para ponerlos en una vitrina… Te dan un empujón en tu carrera.

¿Quedan ganas y espacios para el teatro en Venezuela?

Justamente es lo que más necesita la población ahorita. Yo no salí hace demasiado tiempo, y había una necesidad impresionante de la gente de consumir cultura, espectáculos, conciertos como un espacio de desconexión con respecto a la realidad y de reconocernos y reencontrarnos en un lugar donde por un momento te reconcilias porque ves que hay gente haciendo cosas buenas. Los artistas siguen en activo. Se han ido muchos, es verdad, pero se convirtió casi en una necesidad. 

¿Cómo ve el futuro de Venezuela?

El futuro inmediato lo veo muy complicado en momentos pierdo la esperanza por completo, pero creo que la tierra llama, que siempre va a haber algo allí, queda la ilusión de regresar cuando las cosas mejoren, en este momento no, me duele mucho.

¿Qué le diría a Nicolás Maduro?

Le diría muchas cosas… pero que se vaya, que nos deje en paz. Lo que sucede en Venezuela no es un proyecto ideológico es un proyecto personal. No lo veo como un estadista o un gobernante, lo veo como un tirano que no tiene corazón porque además la gente está muriendo y no le importa ni un poquito.

  • Texto: ELVIRA PALOMO (EL PAÍS)
  • Foto: OSCAR RIVAS
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