mayo 22, 2016
“Hoy en China el dinero es una especie de religión que está por encima de todo”
Jia Zhang-Keuno, uno de los cineastas más valiosos de los últimos tiempos, revela en su nueva película, ‘Más allá de las montañas’, los nocivos efectos en las emociones y en las tradiciones de una sociedad que se ha vuelto violentamente consumista. Sigue leyendo
Jia Zhang-Ke, probablemente uno de los más valiosos cineastas chinos de los últimos tiempos, se confirma como el gran cronista de los cambios físicos y humanos -algunos extremados- de su país. León de Oro en Venecia con Naturaleza muerta (2006), un retrato sensacional de la salvaje irrupción del hombre en la naturaleza a través de la historia de la construcción de la presa de las Tres Gargantas y las consecuencias de ello para los habitantes de la aldea inundada de Fengjie, que se vieron arrasados igual que el paisaje. Mejor Guion en Cannes por Un toque de violencia (2013), reflejo de la corrupción, la violencia y la degradación moral. Ahora, con Más allá de las montañas revela los nocivos efectos en las emociones y los sentimientos de una sociedad violentamente consumista.
Premio del Público a la Mejor Película Europea (coproducción con Francia) en San Sebastián, la película se cuenta a través de tres historias, en tres momentos distintos y con tres formatos diferentes (del 1,33 al 1,85 y finalmente al formato escope)… y con el ascenso del capitalismo siempre al fondo. Los nuevos ricos, el abandono de los pueblos para buscar otro futuro en la ciudad o en otros países, las nuevas tecnologías y la religión del dinero dominan esta nueva entrega de la crónica que escribe desde hace años Jia Zhang-Ke.
Al contar la historia en tres tiempos diferentes ha variado también el tono emocional, ¿el tiempo y los cambios transforman nuestra forma de sentir?
Sí, el paso del tiempo nos cambia la forma en la que tratamos los sentimientos. En realidad es una película de la relación del tiempo con los sentimientos.
¿De ahí la escena en que la madre decide viajar en un tren lento?
Claro. Aunque el hijo no puede entenderlo, la madre se le lleva en un tren lento, porque antes siempre había más tiempo para hablar, también para escuchar y había otra clase de amor. Ahora con las nuevas tecnologías ya no tenemos ese tiempo. Cuando estoy con otras personas, intento evitar los aparatos (móviles, ordenadores…) y miro más el cielo y me relaciono más con la gente.
¿Todo esto tiene que ver con el ascenso del capitalismo y la nueva China de hoy?
Por supuesto, con este sistema consumista hay nuevo valores, los valores consumistas, que afectan muchísimo a nuestros sentimientos. Por ejemplo, la protagonista cuando se divorcia decide que su hijo se vaya con su padre porque tiene más dinero y cree que por ello podrá educar mejor al niño. Por supuesto, luego se da cuenta de que esa decisión le ha causado una gran pérdida, la pérdida de un hijo. Hoy en China, el dinero es una especie de religión que está por encima de todo.
¿Al público chino le gusta que le muestren eso?
No. Aunque una parte de los espectadores se encuentran ellos mismos en los personajes, hay muchos otros que no aceptan mis películas, o más bien, no aceptan la realidad de la que hablan mis películas. Piensan que el país no debería ser así y todos sabemos que hay gente que tiende a no ver lo que no le gusta. La película es una historia de una sociedad en la que empieza a haber nuevos ricos mientras existe una gran pobreza, eso no se puede discutir, pero muchas personas no quieren verlo ni hablar de ello.
Como en otras películas suyas, aquí también habla de la pérdida de las tradiciones.
Es una pérdida de la identidad del país, es verdad que en otras de mis películas hablo también de ello, perdemos tradiciones que son muy importantes. Y esos cambios terminan afectando incluso a nuestros sentimientos.
En China hay mucha más emigración hoy ¿la perdida de tradiciones es consecuencia de ello?
No solo hay mucha más emigración. En China antes no había demasiada movilidad. Ahora la gente busca una situación económica mejor y se va a las ciudades desde los pueblos, además de a otros países. Esa movilidad es la causa de la pérdida de raíces, claro.
Todos estos cambios, ¿cómo afectan a su cine?
Afectan a mi experiencia personal, por tanto… Por ejemplo, cuando mi padre murió, mi madre se quedó sola en el pueblo y yo estaba siempre rodando. Cuando la veía, la dejaba mucho dinero, pero ella no era feliz, porque lo que ella necesitaba era tiempo con nosotros, no, dinero. Ahora vive conmigo en Pekín y es mucho más feliz. Con los cambios, veo otra China, veo otras historias.
Sus personajes mantienen, sea cual sea su situación, cierto sentido del humor…
Porque son naturales. Si observas a las personas, ves que incluso cuando viven situaciones difíciles, intentan no estar amargados, buscan el humor para sobrevivir a las dificultades. Y si un país pierde el poder de concentración, usa el humor también para sobrevivir. Es lo natural.
Su película anterior, ‘Un toque de violencia’, se prohibió en China, ¿le preocupa convertirse en enemigo del gobierno de su país?
No. Esta película sí se estrenará en China. Realmente nunca me ha importado la censura, yo expreso todo lo que quiero decir. Sé que existe censura, por supuesto, pero no pienso cómo puedo evitarla. Quiero que todas las películas, las mías y las de los demás, se puedan comercializar en China, pero no cambio mis ideas o posturas para conseguirlo.
Película a película ha ido retratando la realidad de su país ¿se considera un cronista de esa realidad china?
Desde mi primera película he puesto mucha atención en la sociedad china, en sus problemas y en las cosas que pasan. Tengo recuerdos de cosas de las que preferiría no tener que hablar, pero los cineastas tenemos la obligación de tocar todos los temas, sobre todo esos.
- Texto: Begoña Piña (Público)
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