octubre 7, 2016

En el pueblo de Bill Clinton lo aman a él pero no a Hillary

En Hope (Arkansas), la candidata demócrata causa desconfianza y la mayoría votará a Trump Sigue leyendo

La calle principal de Hope (Arkansas).

La carretera que lleva a Hope (Arkansas) está llena de carteles de apoyo a Donald Trump, el candidato republicano a la Casa Blanca. Es un anticipo de lo que se ve al llegar a este pueblo en el sur de Estados Unidos, incluso en los sitios más simbólicos: hay un cartel de Trump frente a la casa en la que se crió Bill Clinton, hijo pródigo de Hope.

Jay Kopecky, de 69 años, está cortando el césped de su casa al lado de la del expresidente, ahora convertida en un museo. Este profesor y militar retirado revela un sentimiento extendido en Hope: ama a Bill pero no a su esposa, Hillary, la candidata demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre. La acusa de ser “rígida” y una “delincuente” por el caso del correo electrónico privado como secretaria de Estado. Y evidencia uno de los puntos débiles de su campaña: cree que el campechano Bill se tomaría una cerveza con cualquiera, mientras que la distante Hillary solo lo haría por interés.

Se espera que este pueblo —de 9.800 habitantes y rodeado de bosques— y el Estado voten mayoritariamente por Trump. Bill Clinton fue en 1996 el último candidato demócrata que ganó en Arkansas en unas elecciones presidenciales. Desde entonces, siguiendo la tendencia del conservador sur del país, se ha convertido en un feudo republicano al atraer más a los votantes religiosos y defensores del rigor fiscal.

Bill Clinton situó a Hope en el mapa, solo conocido hasta entonces por las enormes sandías que produce. “Termino esta noche donde todo empezó para mí. Todavía creo en un lugar llamado Hope”, dijo Clinton en 1992 al concluir su discurso de aceptación de la candidatura demócrata, refiriéndose a su pueblo y también a un término que significaesperanza en inglés.

Clinton era entonces gobernador de Arkansas, el segundo Estado más pobre de EE UU. Su campaña, en la quederrotó al presidente republicano George H.W. Bush, giró alrededor de la promesa de levantar a la clase media. En sus guiños al estadounidense corriente, que intentaba encarnar, y sus críticas al establishment político, Clinton recurrió a su Estado.

“Les digo a todos aquellos que en esta campaña puedan criticar a Arkansas, que vengan. Especialmente si son de Washington”, afirmó en su discurso. “Claro, nos veréis con dificultades ante algunos de los problemas que aún no hemos solventado, pero también veréis a un buen número de gente haciendo grandes cosas, y quizá aprenderéis una o dos cosas”.

En la hamburguesería Tailgaters, en la calle principal de Hope, cuelga una fotografía de hace pocos años de Bill Clinton en el local. El expresidente viene poco al pueblo en que vivió sus primeros seis años, pero cuando lo hace lo revoluciona. “Era una seguidora de Bill durante la presidencia. Hizo un muy buen trabajo”, dice Sharon Coldweel, de 53 años y propietaria del restaurante. Se refiere sobre todo a la bonanza económica de ese período.

Un cartel de apoyo a Trump detrás de la casa de Clinton.
Un cartel de apoyo a Trump detrás de la casa de Clinton. 

Pero Coldweel matiza que no simpatiza con Hillary porque la considera poco de fiar. En noviembre, votará a Trump porque es un “hombre de negocios” y confía en que “lidere este país adonde tiene que ir”.

En Hope, hay una calle Bill Clinton. Pero de Hillary, nacida en Chicago, no hay rastro. Cuando era primera dama de Arkansas, era más popular que ahora, explica Kopecky, pero siempre le costó adaptarse a la vida sureña. El exprofesor asegura que, si Bill se presentara en noviembre, probablemente le votaría.

  • Texto: JOAN FAUS (EL PAIS)
  • Foto: JOAN FAUS
EL GMAIL DE DIEGOSCHURMAN