mayo 6, 2019

Cómo se vive en la Casa Rosada ante el fantasma de una derrota electoral

El Presidente intenta mostrar calma para evitar que se extienda el pánico entre los integrantes de su Gobierno. Sigue leyendo

Los vecinos de la avenida Las Heras se habían desacostumbrado a los movimientos de la custodia presidencial, pero hace un tiempo Mauricio Macri volvió a frecuentar la zona con regularidad. En estas visitas no hay mates ni medialunas, tampoco videos para Instagram con anuncios electorales. Son encuentros del más estricto ámbito privado. Allí atiende su psicoanalista Jorge Ahumada, el hombre que bucea desde años en las profundidades de la cabeza del Presidente.

Temas para el análisis no faltan. En estos días de sinsabores económicos e incertidumbre política nada parece ser suficiente para calmar ansiedades: ni el deporte, ni los partidos de Boca por televisión (con duras críticas a Wanchope Abila), ni las charlas más íntimas con su amigo Nicolás Caputo.

Macri intenta mostrar calma para evitar que se extienda el pánico entre los integrantes de su Gobierno. «Hay que gestionar el terror. Hoy estamos en el peor de los mundos, pero si todos estamos tranquilos el lobo no va a venir», le escucharon decir esta semana. Pero en cada encuentro el Presidente no se preocupa demasiado por ocultar cuál es su verdadera obsesión. Más allá de lo que muchos podrían pensar, no es derrotar a Cristina Kirchner («el lobo»), aunque eso sea indispensable para lograr lo que hoy le quita el sueño. Se trata de demostrarles a los argentinos que lo votaron en 2015, demostrarse a él y -sin querer entrar en el terreno del doctor Ahumada- probablemente también a su padre ya muerto, que no fracasó. Que si no pudo realizar los cambios que se había propuesto no fue por incapacidad sino por una sucesión de contratiempos que surgieron en forma imprevista. Eso es lo que piensa el Presidente y lo que repite cada vez que puede. Pero no hay mejor forma de resumirlo que con una frase que utilizó el propio Macri en estos días frente a distintos interlocutores: «No soy ningún boludo».

El líder de Cambiemos convive desde hace un tiempo con la idea de que puede perder las próximas elecciones presidenciales. Y Macri no está acostumbrado ni preparado para perder. En sus 16 años de carrera política sólo sufrió una derrota: en el ballotage por la jefatura de Gobierno porteño ante Aníbal Ibarra (la primera vuelta contra Daniel Scioli en 2015 fue considerada un triunfo) y hay quienes todavía recuerdan su cara desfigurada la mañana del 15 de septiembre de 2003.

En su libro Sinceramente Cristina Kirchner intentó explicar lo inexplicable: que no le entregó la banda presidencial a su sucesor porque lo consideraba una rendición. No hay ningún motivo para suponer que Macri pudiera negarse a participar del traspaso de mando, pero quienes lo conocen bien saben que para él también sería una humillación.

El Presidente volvió a jugar al pádel pese a que arrastra dolores en una de sus rodillas y en la cintura. La última semana fue la menos mala de las peores. El lunes en la Casa Rosada se respiró alivio por la reacción de los mercados frente a los anuncios del Banco Central para controlar el dólar. El viernes, en la quinta de Olivos, se vivió cierto entusiasmo ante las repercusiones por la búsqueda de los 10 puntos de consenso con la oposición. Se trata de una propuesta que venía impulsando el radical Ernesto Sanz. «Si yo fuera el PJ no K en lugar de esperar a que se caiga todo trataría de salvar a todo el arco no kirchnerista proponiendo un gran acuerdo. Para el oficialismo ya es más difícil convocarlo», había transmitido en privado. Parece que lo escucharon.

Macri también tiene necesidad de que lo escuchen. «Está frustrado», le dijo a Infobae un funcionario de la Jefatura de Gabinete. Y contó que esta semana lo oyó lamentarse: «A veces siento que creen que uno está acá al pedo todo el día». El Presidente se queja de que muchos de los que lo visitan le proponen soluciones que el califica como mágicas, como si las cosas fueran tan simples. Está convencido de que el Fondo Monetario nunca hubiera accedido a acordar con la Argentina sin la presión de los principales países del mundo. Y reconoce que fue Guido Sandleris, a partir de la confianza que generó con los técnicos del FMI, quien obtuvo la autorización para que el Central pueda vender dólares cuando lo considere oportuno.

En el Gobierno creen que esa medida, sumada a los anuncios de los precios congelados, comenzó a revertir el mal clima que había empezado a amenazar a Cambiemos. Pero reconocen que la incertidumbre no termina acá ni mucho menos. Seguirá, suponen, al menos hasta el 22 de junio, fecha límite para la presentación de las candidaturas. En la Casa Rosada son mayoría los que creen que Cristina Kirchner será candidata. Eso los entusiasma porque entienden que Macri la derrotaría en un ballotage y los preocupa porque mantiene en estado de alteración permanente a los mercados.

El Presidente y su equipo repiten que la inflación terminará cediendo. Se basan, aunque no suene científico, en la ley de gravedad: al igual que el resto de los objetos tirados al aire, en algún momento terminará cayendo. ¿La inflación de abril volverá a estar arriba del 4 por ciento? «Vamos a ver, vamos a ver», fue la respuesta enigmática de quienes a esta altura ya tendrían indicios del número más temido. No termina de quedar claro si juegan al misterio porque tienen algún dato favorable o volverán a sorprenderse como les ocurrió el mes pasado con el 4,7 por ciento.

Durante la última semana hubo dos fotos pensadas para mostrar la cohesión de Cambiemos. Una de funcionarios de Nación, Provincia y Ciudad en el departamento de Cristian Ritondo, y otra de Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta el 1° de mayo en Lanús. A partir de eso, pero sobre todo de cierta tranquilidad de los mercados, en estos días se logró diluir un poco el operativo clamor por la candidatura presidencial de la gobernadora bonaerense. Para el Presidente no es un dato menor: siente que hay un ensañamiento de gran parte del círculo rojo sobre su figura.

La frase que pronunció el viernes Marcos Peña («El que vote por el bolsillo debería votar por Macri, con el kirchnerismo va a estar peor que ahora») anticipa parte del discurso que piensa enarbolar el oficialismo durante la campaña. Difícil saber en qué datos se basó Jaime Durán Barba para elegir ese caballito de batalla. El asesor ecuatoriano insiste en que la campaña no empezó y que la mayoría de la gente decidirá su voto pocos días antes de las elecciones. También es difícil anticipar en quién está pensando Macri como compañero o compañera de fórmula. No en Martín Lousteau al menos, aunque se canse de elogiarlo en privado.

Por ahí parecen transcurrir los miedos, obsesiones y fantasmas de Macri. Por demostrar que aprendió la lección y que en un segundo período podría encarar las reformas que no logró hacer en estos primeros años. Sabe que, en caso de lograr la reelección, lo que le espera tampoco será fácil. Que no habrá luna de miel y que ni los que lo votaron lo verán rubio y de ojos azules, como ocurría en 2015. Pero no tiene demasiadas opciones. Es eso o la derrota más dura, la que no está preparado para asimilar. En cualquier caso, habrá material de sobra para llevar al diván.

  • Texto: MARIANO THIEBERGER (INFOBAE.COM)
  • Foto:
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