febrero 12, 2019
Argentina evalúa ser el primer país del mundo con trigo transgénico
La firma Bioceres ha desarrollado una semilla tolerante a la sequía, pero el campo se opone por miedo a perder mercados internacionales Sigue leyendo
Ningún país ha aprobado la comercialización de granos genéticamente modificados de trigo, uno de los alimentos básicos de la dieta occidental. Argentina tiene la posibilidad de convertirse en pionera con una semilla tolerante a la sequía desarrollada por la empresa local Bioceres en colaboración con la francesa Florimond Desprez. En campañas agrícolas con escasez de lluvias, la tecnología permite aumentar hasta un 20% el volumen cosechado. Pero el Gobierno de Mauricio Macri duda en asumir el liderazgo mundial por la oposición mayoritaria del campo. Los productores alegan que el trigo transgénico podría cerrarles mercados debido al rechazo de los consumidores, que ya llevó a desistir a multinacionales como Monsanto.
«Cada vez que alguien plantea algo que sale de los usos y costumbres aparece un acto reflejo inicial a no cambiar las cosas. Tendemos a pensar que lo haga primero un americano, un europeo, un asiático y cuando sea normal lo hacemos nosotros. El desafío es quebrar esa lógica y que nos animemos a liderar. Tenemos una tecnología que puede ser importante para el planeta en su conjunto», dice a EL PAÍS el titular de Bioceres, Federico Trucco.
Argentina registró en 2018 la peor sequía de sus últimos 50 años, que provocó la pérdida de hasta el 40% de su cosecha. Según Trucco, con la semilla HB4 podrían haberse obtenido dos millones más de toneladas de trigo en esa campaña, un 10% del volumen total del trigo cultivado en el país austral. La tecnología fue desarrollada por investigadores de la Universidad del Litoral a partir de un gen de girasol que le confiere la capacidad de tolerar la escasez de lluvias. Es también resistente al herbicida Prominens.
«Valoramos que nos da una herramienta de control de malezas y resistencia física, pero creo que estamos empezando de atrás para adelante. Es un trigo que nadie quiere. En Canadá y Australia las multinacionales que estaban ensayando con trigo transgénico lo abandonaron, no porque no fuese negocio sino porque los consumidores no lo quieren. Y yo, como productor, tengo que asegurarme de que lo que produzco lo puedo vender», advierte por teléfono Santiago Rodríguez Ribas, productor de la localidad bonaerense de General Villegas. Entre las empresas que dejaron de lado el trigo transgénico está Monsanto, que renunció en 2004 al intento de comercializar una semilla de este cereal resistente al glifosato.
Rodríguez Ribas señala que Argentina no tiene capacidad para mantener dos circuitos segregados de comercialización de trigo, uno transgénico y el otro no. «Siempre queda trigo en las máquinas que cosechan, en los silos que almacenan, en los camiones. El sistema no está preparado para garantizar la no contaminación. Si mandamos un buque a Brasil y al hacer un análisis detectan el 0,004% de trigo transgénico rechazan el buque entero. No hay tolerancia como ocurre con cuerpos extraños, como rastrojos, o con la humedad, que pueden ser del 2%, 3% o 5%», explica. Este productor augura que si Argentina comienza a cultivar trigo transgénico todo el cereal del país entrará en una categoría de menor precio y perderá clientes.
«Como productores tenemos mucho temor de que se vuelvan a complicar los mercados. El anterior gobierno puso tantas restricciones al trigo que tuvimos que importar. Después de aumentar la producción y recuperar mercados, una eventual contaminación con OGM [organismos genéticamente modificados] genera preocupación. No estamos en contra de la tecnología, pero estamos muy lejos de que haya un mercado para trigo transgénico», coincide Roberto Campi, presidente de la Sociedad Rural de la localidad bonaerense de Pergamino.
La soja transgénica, el cultivo estrella argentino, se destina a pienso animal, pero el trigo es para consumo humano, lo que provoca mayor recelo entre los consumidores, agrega Campi. El pan, las pastas, pizzas, galletas y bollería, entre muchos otros productos, están elaborados a partir de harina de este cereal. Dada la mala imagen de los transgénicos, llevarlos a un alimento tan común ha sido hasta ahora un tabú.
«Hay un consumidor con un alto poder adquisitivo que busca comer cosas sanas y por algún motivo, lógico o emocional, asocia los OGM a cosas no sanas. Ese sujeto tiene un prejuicio contra el transgénico, contra la agricultura industrial y hasta no quiere consumir harinas. No apuntamos a ese tipo de consumidor sino al que busca alimentos baratos y a toda la parte usada como piensos o para sustituir hidrocarburos», cuenta el titular de Bioceres como posibles salidas al trigo HB4.
En el último año, Argentina aprobó 12 eventos transgénicos, que incluyeron nuevas variedades de soja, maíz, alfalfa y patata. El trigo HB4 ha pasado el filtro del Senasa y la Conabia, los organismos nacionales que garantizan la ausencia de riesgos para la salud y el medio ambiente. Le falta el último: la autorización comercial de la Secretaría de Agroindustria.
Esa secretaría se opone de momento a su aprobación por el riesgo de perder mercados. La de Ciencia, en cambio, es favorable a impulsar un desarrollo tecnológico propio. Macri reunió hace diez días a los titulares de ambas dependencias oficiales junto a Trucco y otras voces relevantes en el debate y pidió un par de meses para evaluar la situación. En ese plazo, Bioceres buscará convencer a los importadores de trigo argentino, encabezados por Brasil, para que acepten el producto.
El hecho de que Argentina sea un jugador pequeño en el mercado de trigo global, con una producción que representa el 2,4% del mercado internacional, le juega en contra para imponer sus reglas del juego, considera Juan Balbín, presidente del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Para Balbín, «Argentina corre el riesgo de perder colocación en los mercados» con una aprobación apresurada de este transgénico. Aún así, cree que un trigo tolerante a la sequía pueda ser muy beneficioso en regiones periféricas sometidas a ciclos de bajas precipitaciones y prueba de ello es la expectativa que ha despertado en varios países de la región. «La compañía está buscando su aprobación en varios países. Ha presentado solicitudes en Uruguay y Paraguay y en Brasil lo hará en el mes de marzo», adelanta Trucco. Bioceres ha pedido la autorización para consumo en Estados Unidos y también trabaja para que sea aceptada en Bolivia, Chile y Colombia.
Algunos accionistas de Bioceres, como el conocido productor Gustavo Grobocopatel, recuerdan que cuando se aprobaron la soja y el maíz transgénicos también había muchos riesgos, pero Argentina decidió adoptarlos y fue beneficioso para la economía del país. Las exportaciones agrícolas son la principal fuente de divisas: en la última campaña supusieron el ingreso de 22.000 millones de dólares. Tres cuartas partes de la producción argentina de trigo parten hoy hacia mercados externos. Argentina opta por la cautela mientras llama a sus puertas.
- Texto: MAR CENTENERA (EL PAÍS)
- Foto: INTI