noviembre 2, 2018
“La tecnología da voz a la gente, pero suelen ser voces maleducadas y viscerales”
Laurie Anderson repasa su dilatada trayectoria como inventora y comparte algunos de sus mayores temores con respecto a su gran aliado: las nuevas tecnologías Sigue leyendo
Mencionar a Laurie Anderson (Glen Ellyn, Estados Unidos; 1947) es hablar de uno de los nombres en mayúsculas de la cultura contemporánea. Cantante, violinista, poetisa, escultora, dibujante, actriz, directora… y esposa del difunto Lou Reed. Una artista universal convertida en inventora gracias a la tecnología.
Con sus manos fabricó en los 70 un violín con arco de cinta, que tiene un cabezal magnético en vez de cuerdas y una cinta de audio en lugar de las cerdas del arco. En los noventa, también creó un traje con sensores que lanza diferentes sonidos electrónicos. Todo ello para experimentar con el arte. Sin prejuicios. Sin saber hasta dónde le llevaría. “Creo que esto atrae más a la gente. La transporta a otros sitios. Se puede exhibir de otra forma”, sugiere durante una entrevista telefónica de camino a Nueva York.
¿Por qué comenzaste a incorporar tecnología a instrumentos clásicos?
Para mí era importante para grabar. Podía generar una gran diferencia entre lo acústico y lo grabado electrónicamente. Echo de menos grabaciones que representen cómo se toca la música de verdad. Hay una pieza que toqué junto a una orquesta hace años y la querían grabar en un estudio; pero a mí no me convencía. Aprecio más la habilidad de grabar en espacios alejados de la música. Es más interesante para mí y la tecnología ayuda a crear estos lugares. Además, utilizar todo tipo de instrumentos creo que aporta más sabiduría.
¿Cómo conseguías inventar estos nuevos instrumentos cuando la tecnología no estaba tan generalizada?
La respuesta está en la calle. Cuando empecé como artista, iba recogiendo todos los trastos electrónicos que encontraba. A veces eran unos simples altavoces y en otras cosas muy raras. Solía buscarlos en las aceras, en las papeleras y en los contenedores. Luego, llegaba a casa y los enchufaba. Comencé como una artista que utilizaba toda la basura, por decirlo de alguna manera. Ahora esto sería casi impensable o, directamente, imposible.
¿Qué ocurría cuando enchufabas estos aparatos electrónicos a los instrumentos?
Era mi forma de experimentar. Para mí, la música llega antes que las canciones. No tenía ninguna letra preconcebida y cómo utilizar la tecnología para darle forma. Construía un instrumento nuevo y lo probaba. Cuando empecé como escultora, aprendí rápidamente que los materiales te enseñan cosas. Muchas veces no los entiendes hasta que los esparces por suelo y cobran sentido. Se trata de poner el punto de partida en otro lugar. Jugar alrededor de un material, ver lo que aportaba y terminar dándole un sentido por completo.
¿Con la tecnología ocurre un poco lo mismo?
En cierta medida, sí. Cuando comenzó la revolución tecnológica en los noventa, se nos acercaban a los artistas y nos decían que eran unas herramientas muy cool; pero no tenían ningún concepto por sí solas. Cuando compones una canción o esculpes una escultura, es lo mismo. No puedes separar cada una de las partes para obtener un todo. Con la tecnología pierdes mucho tiempo intentando hacer que funcione y no llegas a nada. No dice nada. Es como si la miraras y dijeras que es muy guay, inteligente, elegante y brillante. Pero se queda ahí. Es rápida y nueva… ¿y qué?
¿Te supone un problema para la creación artística que el desarrollo tecnológico evolucione casi por segundos?
Te pongo un ejemplo de algo que me ha ocurrido con algunas de las canciones que compuse décadas atrás. Ahora mismo no son replicables porque esa tecnología ha dejado de existir. Solía funcionar, pero es como si se hubiera evaporado. Mucha de esta innovación ha ido ninguna parte. Es decir, se ha quedado como una información irreutilizable e imposible de interpretar de nuevo. Cuando he comenzado a trabajar con realidad virtual no quería que me ocurriera lo mismo. La tecnología claro que es poderosa, pero soy consciente de que estas nuevas piezas las tendré que migrar a las siguientes plataformas que se desarrollen.
¿Cuál es el uso que le das a la realidad virtual?
Para mi libertad y ver el mundo de otra forma. La utilizo porque me gusta volar, como haces en los sueños. Este sentimiento me encanta. Sentir que puedes saltar y moverte a tu antojo. La cultura quizás no cambie el mundo, pero puede ayudar a que la gente piense de otra manera.
¿Por qué temes que los robots lleguen a dominar el mundo?
Creo que deberíamos estar un poco preocupados al respecto. Depende de lo que entiendas por robot. No tienen por qué ser androides. Yo me refiero más a sistemas inteligentes y algoritmos. Trabajan todo el tiempo. Juegan con la información. No dejan de ser números y pueden irse de control. Un buen ejemplo es lo que ha ocurrido con Facebook y las elecciones en Estados Unidos. Utilizaron todas estas capacidades virales para contar todo tipo de historias locas y fomentar un tipo de voto. Por esta razón, yo no tengo una cuenta en Facebook.
¿Qué riesgos tiene el uso generalizado de la tecnología?
Una de las cosas que ocurre con la tecnología es que su impulso lo ha acelerado todo, algo que afecta negativamente a muchas sociedades. Cuando das un altavoz a todo el mundo, tienes que estar preparado para escuchar su opinión. El problema es que muchas de estas voces están enfadadas, tienen poca educación y
suelen ser muy viscerales. Deberíamos preguntarnos quiénes son estas personas. Está claro que forma parte de las democracias, pero, en muchos casos, sacan al exterior sus peores impulsos. En un mundo ideal sería para conectar a la gente o hacer que las bibliotecas sean ingentes; pero la realidad es diferente.
Pero no todo será tan pesimista.
Las nuevas tecnologías también dan poder a la gente y es una forma, en el buen sentido, de perderse. Puedes perderte en una novela, en un sonido y en la realidad virtual. Lo más importante para mí es emplear la tecnología como una forma de adentrarte en otros mundos donde aprender algo. También tiene relación con el poder y la libertad. Todo esto es por lo que me ha atraído siempre.
- Texto: JORGE GRACÍA (EL PAÍS)
- Foto: EBRU YILDIZ