abril 23, 2016

Judy Wajcman: «Facebook hace sentir más feliz a la gente»

La socióloga australiana, que da catedras en la London School of Economics y es investigadora asociada del Oxford Internet Institute, dedicó gran parte de su carrera a estudiar la tecnología y el uso del tiempo en la era digital. Sigue leyendo

¿Más tecnología en nuestras vidas representa menos tiempo para…?

Sé que lo que voy a decir es la típica respuesta evasiva, pero no es que la tecnología nos haga dedicarle más tiempo, sino que nos proporciona tiempo para dedicarlo a otras cosas. El teléfono móvil, por ejemplo, es una gran herramienta de coordinación. Nos hace ahorrar mucho tiempo, nos facilita el ajustar horarios, nos ayuda en la macrocoordinación… Hay un gran debate sobre el tiempo que la gente pierde buscando webs y siendo interrumpidos constantemente, y creo que la tecnología está diseñada para cuidar de nosotros y conseguir que le dediquemos mucho tiempo. No es que la tecnología nos haga eso, sino que está diseñada así. Si realizas encuestas a gran escala, verás que la gente está muy contenta con la tecnología y creen que el teléfono móvil hace que se sientan más libres, Facebook les hace sentir más felices y conectados… Cuando realizamos críticas tenemos que tener en cuenta las experiencias de la gente. Hace muchos años fui a una conferencia sobre Facebook. Yo era muy crítica respecto a esa red social, y había un investigador americano de la comunicaciónque dijo que había realizado estudios que concluían que la gente se sentía más feliz cuando veía cierta interacción a través de Facebook, se sentían apoyados.

¿Cuándo y cómo empezó a interesarse por el tiempo y la tecnología?

Soy socióloga, así que siempre he estado interesada en la tecnología. Me interesan mucho los relojes y la discusión de cuánto influyó su invención en el capitalismo y el control horario del trabajo. El segundero es un invento reciente, solo tiene unos cientos de años, cuando llegó el péndulo. Lo de medir los segundos y el interés en no perder el tiempo es algo de ahora. Estamos en una época en la que se valora mucho el estar ocupado, tener una vida plena, hacer cientos de cosas… El otro día leía un artículo del New York Review of Books que hablaba del FOMO (Fear Of Missing Out) [Miedo a perderse algo, N. del R]. La gente actualmente está continuamente comprobando que no se esté perdiendo nada.

¿Cree que el mundo tecnológico es reacio a aceptar estudios de otros campos como la sociología o los estudios de género?

En el avión del que me acabo de bajar casi todos los pasajeros eran hombres, y luego he sabido que venían al Mobile World Congress. Son muchos hombres hablando de teléfonos, aplicaciones, tecnología… el mundo de los diseñadores está dominado por hombres. Las mujeres usan Facebook tanto como los hombres, si no más, pero si en lugar del uso te fijas en el diseño y la ingeniería que hay detrás están increíblemente dominados por hombres. Y eso es malo, porque igual que en el arte solo puedes hablar de tu vida y tus experiencias, si solo tienes a chicos jóvenes diseñando tecnología —y no son simplemente chicos jóvenes, son de un tipo especialmente empollón—, ¿qué van a diseñar? Diseñarán un teléfono en el que puedan incorporar medidas de temperatura, cosas así, y dirán «esto es revolucionario», y yo les diré que no lo necesito. Jesse Jackson, el activista por los derechos de los negros, ha presionado a Silicon Valley para que haya más presencia de negros, ya que hay muy pocos. Hay muchos indios, muchos asiáticos, pero casi no hay ningún negro. Y también muy pocas mujeres. Si quieres tener un diálogo abierto sobre qué dirección ha de tomar la tecnología y cómo ha de ser en el futuro has de tener una muestra muy amplia de la población, no muy uniforme como pasa ahora.

Judy Wajcman para JD 1

Usted defiende un uso de la tecnología más razonable en lugar de desconectar completamente de ella.

Soy profesora visitante en el Instituto de Internet de Oxford, donde se realiza mucha investigación sobreinternet, y una de las estudiantes de allí está haciendo su doctorado sobre los Digital Detox Holidays. Está en unos campos que hay en California a los que la gente va el fin de semana y lo primero que hacen es dejar sus móviles y demás dispositivos en un lugar bajo llave. Pasan el fin de semana haciendo actividades y lo primero que hacen el lunes por la mañana es comentar en Facebook que han estado todo el fin de semana desconectados de la tecnología. ¿Quién puede tomarse un fin de semana para ir allí? ¿Qué concepción de la tecnología tienen, que la encierran para volver luego? Es muy raro. Es dar demasiado protagonismo a la tecnología, pensar en ella como una especie de cosa activa. En general, lo que defiendo en mi libro [Pressed for Time: The Acceleration of Life in Digital Capitalism] es que muchas de estas estrategias son individualistas: pones bajo llave tu propio teléfono. Es muy diferente que se acuerde, por ejemplo, no enviar correos electrónicos de trabajo durante el fin de semana. Eso es una estrategia colectiva. Siempre digo que hacen falta estrategias colectivas. Por ejemplo, están esas pulseras para hacer ejercicio con las que cuantificas más y más aspectos de tu comportamiento individual. Me parece la victoria capitalista definitiva que la gente quiera dedicar a eso su tiempo. Un colega mío usa un programa muy sofisticado con el que puedes medir tu productividad, y me decía que podía cuantificar cuánto tiempo dedicaba a la enseñanza, a la investigación… Creo que se llamaba Rescue Time, pero hay muchos parecidos. Y todos son cosas individualistas, se basan en el individualismo. Y el problema del sobretrabajo no es individual, es un asunto colectivo.

Los que trabajan con big data van a ponerse muy contentos con esas aplicaciones.

Totalmente. Y se está hablando muy poco de todos los datos que se están produciendo. Hace un par de días fui a una exposición muy buena en la Somerset House de Londres llamada «Big Bang Data», hablaban de eso.

Volviendo a lo de desconectar, supongo que es mejor ser capaz de poder ir a la montaña a pasear sin mirar el teléfono cada cinco minutos que tener que optar por ponerlo bajo llave.

Pero es que la mayoría de esas personas son perfectamente capaces de mantener una conversación sin una distracción constante. Pienso que existe mucha literatura que habla de crisis comunicativas, por ejemplo, con los niños, y que no han contrastado sus ideas con la realidad. Si lo compruebas empíricamente, verás que los niños hacen muchas cosas y socializan. Si te fijas verás que los niños pasan mucho tiempo yendo a actividades fuera de la escuela. En toda la historia de la humanidad nunca se había pasado tanto tiempo hablando con los hijos… y por todas partes se dice que hay una crisis de valores porque los padres y madres no hablan con sus hijos. ¡No es cierto! Lo bueno de dedicarse a la sociología empírica es intentar acumular estos argumentos y fijarse en qué hace la gente en realidad.

¿Qué opina de la cultura de lo lento? ¿Es solo una moda?

En el libro hablo un poco del movimiento del slow food. Una amiga mía que trabaja en un centro de big data me dijo que lo considera un movimiento muy burgués. Pero yo creo que el movimiento slow food acepta el fast food. Leí que en ciertas partes del sudeste asiático los jóvenes usaban los McDonald’s, epítome del concepto defast food, como lugar de reunión. Como allí la comida es barata se pueden permitir ir allí, y en los McDonald’s se encuentran, socializan… es tan determinista que sorprende. Estos movimientos son contradictorios, y el de slow food se puede convertir en un localismo un tanto nacionalista de política progresista. Es algo complejo, y contraponer los conceptos de «rápido» y «lento» como bueno y malo no tiene demasiado sentido.

En tecnología y ciencia hay un viejo dicho que afirma que nuestra velocidad de creación es mayor que la velocidad con la que pensamos en las implicaciones de nuestros descubrimientos. ¿Está aumentando esta diferencia de velocidades?

Me gustaría contestar que sí y que no. Hay algo de verdad, porque mucha gente lo dice cuando se habla de, por ejemplo, los avances que hay en ingeniería genética con el proyecto del genoma humano, que suelen ir muy por delante del debate público que deberíamos hacer con ellos. Aunque también, a diferencia de lo que piensa mucha gente de que la innovación se está acelerando, leí un artículo sobre nanotecnología en el que se afirmaba que algunos aspectos se estaban desarrollando muy lentamente, que la noción que se tenía de las innovaciones tecnológicas era muy exagerada. Que bastaba fijarse en las energías alternativas o la ciencia médica, que necesitan años y años para probar cosas. Cada tecnología tiene su ritmo y no todas se están acelerando. Si alguien me dice que el ritmo está muy acelerado porque podemos usar nuestro teléfono para controlar la calefacción de casa… deberíamos analizarlo fríamente y pensar si eso es realmente un invento tan innovador y si todas esas nuevas aplicaciones reflejan una gran velocidad de desarrollo de la tecnología. Y, en cambio, en otras cuestiones como inventar una fuente de energía que no contamine… no hemos progresado demasiado en eso. Personalmente preferiría que progresáramos en algo así que en reducir el tamaño de un chip.

Supongo que el dinero juega un papel importante en la velocidad de evolución de la tecnología. Va rápido aquello donde más se invierte.

Sí, pero con las energías alternativas se podría hacer mucho dinero. El problema está en que, por ejemplo, desarrollar una app es muy fácil. Mucho más fácil de desarrollar si lo comparamos con el colisionador de hadrones o grandes proyectos de infraestructuras que serían un cambio importante del uso de energía. Un buen aislamiento en las casas, que sería una gran diferencia… Hay muchas cosas que podrían hacerse respecto a lo que ahora consideramos problemas importantes.

Judy Wajcman para JD 2

En ocasiones usted ha usado el ejemplo del telégrafo, un aparato que se veía como algo que iba a destruir el tiempo y el espacio. La gente tenía miedo, igual que pasa ahora con internet o las redes sociales. Parece que la historia se repite. ¿Ha pensado en la posibilidad de un límite en el que realmente lo acabemos destruyendo todo?

No estoy muy segura de eso de la destrucción. No dudo de la repetición de la historia, pero sí soy escéptica respecto al progreso. No hace falta ser una gran historiadora para leer textos y ver que la gente temía la velocidad de los trenes, por ejemplo. Si te fijas, este debate siempre se centra en la última tecnología, pero en nuestro día a día acostumbramos a usar tecnología que no es nueva. Aquí estamos usando electricidad, cámaras… y no se debate. Han sido neutralizadas, como dicen los sociólogos, han pasado a formar parte de la vida cotidiana. No pensamos en ellas, nos centramos en que si va a haber un coche que se conduce solo en lugar de en bicicletas, el metro… Vivimos en un llamémoslo «presentismo». Nos centramos en el futuro y en el futuro y muy poco en el pasado y en las lecciones de la historia.

Usted afirma que, pese a movernos en entornos digitales y por tanto globales, estamos muy comprometidos con nuestra localidad. ¿Cree que pasa lo mismo con los nativos digitales?

Sí. Estamos de nuevo ante la dicotomía de global y local, que creo que ha sido separada artificialmente. Al principio del ciberespacio había mucha discusión respecto a las comunidades o amistades online sustituyendo a las locales. Ahora el debate ya se ha desplazado, porque si te fijas con quién interactúa la gente por internet es sobre todo gente a la que conoce en persona. Mucha de su actividad online es con familia y amigos. Hacemos esta distinción entre comunicación online y offline en lugar de pensar que se pueden reforzar mutuamente. Es cierto que la comunicación que se hace online está restándole tiempo a la que se hace offline, pero eso ya pasó con el teléfono. ¿Por qué no nos lo planteamos como que nos permite comunicarnos con gente que está lejos en lugar de pensar que está sustituyendo a la offline? El otro día estuve hablando con una persona por Skype, el libro digital y el de papel conviven… ¿Por qué no vemos todo esto como algo positivo?

Facebook pretende conseguir la idea del teletransporte en 2020 mediante la realidad virtual. Si eso sucede, ¿la idea de localidad se extenderá a todo el planeta?

Soy muy escéptica respecto a este tipo de cosas. He trabajado durante muchos años escuchando este tipo de predicciones. Recuerdo que hace veinte años se decía que tendríamos medicina genética personalizada. También decían que no usaríamos papel. Recuerdo muchas cosas. He participado en muchas discusiones sobre robots, y cuando hablas con gente que realmente trabaja con inteligencia artificial te asegura que aún falta mucho para cumplir las expectativas de la gente.

Aún no tenemos que tenerles miedo.

Claro. Incluso el coche que se conduce solo, tengo ganas de verlo. Pero no me lo muestres en una autopista de California.

A menudo habla de la paradoja de la presión del tiempo, que establece que la percepción del tiempo es distinta al tiempo real que empleamos en hacer algo. ¿Cambiar esta percepción cambiaría nuestra disponibilidad de tiempo?

Totalmente. Hay cierta verdad en la noción de que la tecnología nos permite sentir que hay múltiples mundos y múltiples actividades a nuestra disposición y eso hace que la gente quiera hacer muchas cosas en muchos sitios. Y supongo que eso es atribuible a una ausencia de prioridades, un cierto sentido de inferioridad, una falta de reflexión sobre a qué quieres dedicar tu tiempo y qué es realmente importante. Y también de dónde recibe satisfacciones la gente. Pero eso no es nuevo. En los años cincuenta había debates sobre la televisión. Soy lo bastante vieja como para recordar que se decía que la televisión arruinaría a los niños porque los padres se desentenderían de sus hijos al ponerlos frente a la pantalla. Y hay estudios que demuestran que la televisión satisface si la consumes con moderación, pero cuanto más la miras menos te satisface. Supongo que con los nuevos medios va a pasar algo similar. Como la televisión ya hace mucho tiempo que está entre nosotros la gente ya se ha ajustado y tiene ideas muy distintas respecto a qué es la televisión. Ahora la gente puede ver lo que quiera cuando quiera. Piensa cómo ha cambiado respecto a lo que era en los años cincuenta. Estos debates sobre los nuevos medios aún son muy nuevos, y no creo que dentro de treinta años la gente se plantee qué tiene de fantástico estar en Facebook. Se trata de la novedad, pero para entonces la gente ya habrá integrado esa tecnología en sus vidas, como ha pasado con la televisión. Así que creo que es difícil de predecir lo que me preguntabas, sería un esfuerzo absurdo.

Su interés en ciencia, género y tecnología se desarrolló como respuesta a la marginación de las mujeres con trabajos técnicos.

Parcialmente fue así, pero mi interés ya venía de antes. Entré en la segunda ola del feminismo cuando aún se usaba la ciencia para justificar que las mujeres eran inferiores. Recuerdo escribir, en broma, que los hombres deberían jugar mejor al ajedrez porque tienen mejor orientación espacial, y mi supervisor en Cambridge, que era un hombre, lo leyó y me dijo que no todo el mundo lo entendería como una broma. Y esto fue en los años setenta, lo escribí irónicamente, pero me dijo que la mayoría de la gente me sacaría estudios locos diciendo que las mujeres no saben interpretar mapas y que son mejores cuidando bebés. El feminismo de los setenta trabajó mucho en ciencia, diciendo que muchos de los estudios científicos que hablaban de diferencias de sexo no eran realmente científicos. Y estas ideas son bastante recientes. Y esto enlaza con lo que comentabas respecto a la idea de que las mujeres no son buenas en matemáticas y por eso cuesta verlas en ingenierías o asuntos tecnológicos.

Judy Wajcman para JD 3

Usted acuñó el término «tecnofeminismo». ¿En qué consiste?

Era parte de un movimiento dentro de los estudios del feminismo en la ciencia. Empezamos con una crítica de la ciencia, y el tecnofeminismo intentaba aplicar un acercamiento similar a la tecnología. Intentaba explicar que la historia del conocimiento científico estaba influida por el hecho de que las mujeres estaban excluidas de él, y que esa exclusión formó el conocimiento científico occidental. Y queríamos aplicar este concepto a la tecnología: que el hecho de que las mujeres no hubieran participado en informática e ingeniería afectaría a qué es la informática y los productos que surgieran de ahí. ¿Y qué puedo decir al respecto? Pues por ejemplo que la Royal Society, en Inglaterra, tiene ahora un Día de Ada Lovelace, y tiene un proyecto para aumentar la información de mujeres científicas que hay en Wikipedia, ya que hay muy poca. La mayoría de gente que escribe en Wikipedia son hombres occidentales, hay mucha más información sobre Estados Unidos que sobre África. Y este proyecto trata de que haya más información de mujeres científicas de la que hay ahora. No se trata de algo consciente, sino inconsciente. Si no hay muchos keniatas que suban información, no habrá mucha información sobre Kenia.

¿Es usted optimista? 

Soy optimista porque ahora es un asunto reconocido por todo el mundo, incluso por la Royal Society, que es la asociación más conservadora de Inglaterra. Acaban de nombrar a una mujer como jefa de la asociación de ingeniería, lo que va a avivar el tema de la mujer en la ciencia. Hay muchas cosas alrededor de este proyecto. Esto hace que sea muy optimista. Pero también hay dos cosas que no me hacen ser nada optimista. Una es que en los últimos treinta años no ha cambiado la proporción de hombres y mujeres que estudian Informática. En todo caso ha ido a peor. Y la otra es que cualquier tipo de debate feminista en internet atrae a un gran número de troles con una gran hostilidad. En Estados Unidos había unas mujeres intentando diseñar videojuegos menos militarizados y se encontraron con mucha hostilidad. No sé por qué ese espacio se ha vuelto tan misógino. En realidad no debería sorprenderme, porque es una vuelta a los orígenes de Facebook. Lo que Zuckerberg hacía con Facebook era poner nota a las mujeres, así que quizá no es tan sorprendente. Pero no entiendo por qué. Supongo que porque es algo anónimo.

Leyendo estudios sobre feminismo y tecnología he aprendido dos cosas: la necesidad de cuestionar la idea de que la feminidad no es compatible con la tecnología y que la mayor parte de estos estudios son realizados por mujeres. ¿Dónde se alcanzará antes la igualdad entre sexos, en la tecnología o en los estudios sobre feminismo y tecnología?

Los estudios sobre el género no son exclusivamente estudios sobre las mujeres, son tanto sobre masculinidad como sobre femineidad, ya que no puedes entender el uno sin la otra. Y ya hay algunos hombres estudiando esos temas. No muchos, estoy totalmente de acuerdo contigo en que necesitamos a más hombres estudiándolos. Donde creo que está habiendo un gran cambio es en el interés en la paternidad, los padres están mucho más comprometidos con ese tema. Si me preguntases qué es lo que considero más revolucionario te contestaría que el hecho de que los hombres estén más interesados en la paternidad, en tener una relación igualitaria, en trabajar en las tareas domésticas… Eso es una gran diferencia respecto a lo que había en los años setenta. Ahora se cree en la igualdad de las mujeres, y ya nadie diría que no saben jugar al ajedrez. Los cambios sociales han sido revolucionarios. Eso me hace sentirme optimista. Hablando en broma, en la revista Wired ahora hay anuncios de cochecitos de bebé. Son cochecitos de alta tecnología, y eso es consecuencia de que ahora los hombres también tienen que empujarlos. Y debido a eso algunos diseñadores y desarrolladores de producto han pensado que vale la pena crear cochecitos bonitos y cómodos. Sin el cambio social eso no habría sucedido. Quizá ese debería ser mi símbolo: un cochecito de bebé de alta tecnología.

«Una nueva generación de investigadoras feministas son optimistas respecto a las posibilidades de lasTIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) de empoderar a las mujeres y transformar la relación entre los sexos». ¿Está de acuerdo con esta cita?

Sí. El hecho de que las mujeres sean usuarias muy activas de la tecnología… Hace treinta años hablábamos de que los hombres accedían a los ordenadores antes que las mujeres. Hoy en día en todas partes las mujeres tiene ordenadores, teléfonos… Eso también es un gran cambio. Las mujeres se sienten muy cómodas empleando tecnología, y la usan tanto como los hombres. Yo quiero que eso se traslade al diseño. Pero sí, es un gran cambio.

¿Qué cree que es más fácil, redefinir el concepto de tecnología teniendo en cuenta e integrando el feminismo, o conseguir la igualdad en campos tradicionalmente asociados a la masculinidad, como los técnicos?

No creo que se pueda hacer una cosa sin la otra. Siguiendo con el ejemplo del cochecito de bebé, hace treinta años nadie habría pensado que valía la pena perder el tiempo en ese tipo de tecnología, y ahora trabajan en la aerodinámica y lo anuncian como si fuera un coche: velocidad, curvas… Eso es, parcialmente, un redefinición, y eso hará que la ingeniería no se vea como algo masculino. En Australia hace veinte años se debatía si cambiar las asignaturas de ingeniería para enseñarla de otra manera. Hicieron un experimento centrándolas más en la ecología, y de repente las mujeres se interesaron mucho más. Otro ejemplo que quizá no esté relacionado del todo, pero que me ayudará a explicarme: un hombre con una posición muy importante en uno de los grandes bancos vino a Oxford a dar una conferencia, y alguien le preguntó sobre el trading de alta velocidad. Y contestó que esos espacios eran horribles, que ninguna mujer querría visitarlos. Pues si quieres que las mujeres se acerquen a esas salas ¡cámbialas para que quieran ir!

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Usted ha comentado en alguna ocasión que históricamente la tendencia ha sido identificar la tecnología con las máquinas industriales y los coches, ignorando los aparatos que afectan a nuestro día a día, como los que encontramos en cualquier casa. ¿Están cambiando esta tendencia las casas domóticas, la pequeña electrónica y la tecnología en casa?

Ahora mismo no estoy segura de si mi afirmación aún está vigente. Lo dije hace unos años y sí, creo que aún tengo razón. Hay dos cosas que decir al respecto. Primero, que el internet de las cosas se centra en energía, seguridad, entretenimiento y rastreo, y no en las tareas del hogar. Además, está diseñado para una familia tradicional, no se contemplan otras formas de convivencia. Y no creo que se centre en los problemas serios a resolver. No puedo evitar pensar que si los aparatos domésticos hubieran sido diseñados por otro tipo de gente quizá habría otras prioridades. Si piensas en una casa inteligente te imaginas todo conectado: la electricidad, la luz, el climatizador… Pero cuando piensas en tareas, tienes una aplicación como TaskRabbit [aplicación y página web norteamericana para encontrar a «manitas» N. del R.] y subcontratas a alguien. Si tienes alguna dificultad en casa, ya sea cocinar la cena o montar un mueble de Ikea, contratas a alguien barato para que venga y te lo haga. ¿Qué clase de visión de futuro es esa?

¿Existen los prejuicios sexuales dentro de un campo como la robótica? Un robot no tiene sexo, aunque pueda tener ciertas características masculinas o femeninas en su diseño.

Me estás preguntando si los robots llevan consigo los prejuicios sexuales que tienen quienes los crean, que son hombres y militares. Es muy difícil decir qué pasa con los robots. No quiero sonar conspiranoica, pero gran parte del dinero gastado para diseñar los robots viene del ejército estadounidense. Cuando oigo decir que los robots son quienes van a cuidar a los ancianos en el futuro me da la sensación de que esa es una definición muy reducida de lo que significa «cuidar», y no creo que los robots vayan a ser capaces de cuidar igual que hacen las personas, ni aunque puedan convencer a una anciano con demencia de que están teniendo una conversación. Me pregunto qué mente tiene que haber detrás de la idea de engañar a alguien para que piense que está manteniendo un diálogo con una máquina que simula preocuparse por él. No sé si es importante etiquetarlo como proyecto masculino, pero me parece que está olvidándose de muchas de las cosas que implica el cuidado emocional. Es una visión muy limitada de qué significa ser humano. Todos esos robots simulan ser humanos y en muchas conferencias hay hombres que, muy en serio, me dicen que el robot es casi humano porque puede hacer esto o lo otro. Y entonces pienso que no es una concepción muy sofisticada de lo que es ser humano.

De un tiempo a esta parte han proliferado las charlas de gurús, expertos en coaching, recursos humanos, etc. sobre la gestión del tiempo. ¿Es un mero tema de éxito sobre el que escribir toneladas de libros sobre el mismo sin que cambie realmente nada?

He entrevistado a muchos directivos de empresas y me dicen que lo que hacen últimamente es quedarse unas horas en casa por la mañana antes de ir a la oficina para poder avanzar un poco de trabajo antes de enfrentarse a los correos electrónicos del día. En el mundo laboral ha habido una gran polarización: por un lado están los directivos y profesionales trabajando muchas horas y por otro lado hay mucha gente con muy poco trabajo o con trabajos temporales. Los directivos y profesionales tienen mucha presión, así que quieren sentir que han usado su tiempo eficientemente, y no pueden dejar de buscar maneras de conseguirlo. Estuve en una conferencia con ejecutivos en Washington y todos tenían una agenda electrónica en el teléfono y decían no poder vivir sin ese calendario, donde tenían todo apuntado. Pero entonces todo queda reducido a la cantidad, no a la calidad, todas las tareas quedan al mismo nivel. Es una concepción del tiempo muy loca. En lugar de darle más valor a un momento o a otro, es todo lo mismo. Si tuvieran un mejor filtro antispam en el correo electrónico y una mejor agenda electrónica, su vida sería mejor y más eficiente.

¿Y cuál es el impacto actual de la relación entre tecnología y tiempo en los países del tercer mundo?

¡Es tan difícil generalizar sobre este tema…! Solo puedo hablar del trabajo que algunos de mis colegas en Oxford están desarrollando. Es muy interesante que en el tercer mundo la población pasó directamente de no tener teléfono a usar el móvil, sin pasar por el teléfono fijo. En algunos aspectos están más avanzados que nosotros en lo que respecta a usar el teléfono como dinero. No recuerdo qué país me dijeron que era, pero hay lugares en los que se está utilizando el teléfono móvil como moneda porque el sistema bancario no es bueno. Eso es algo positivo. Otros colegas están trabajando en sistemas para contratar a gente online, y eso da acceso a trabajo a muchos países del tercer mundo. Hay gente escribiendo reseñas para Amazon desde lugares remotos de Kenia. Es bueno porque da acceso a un trabajo a gente que de otra manera no tendría manera de hacerlo, pero lo que no es tan positivo es que no se paga demasiado dinero, pese a que hay mucho dinero para esos fines.

¿Podría recomendarnos algunos libros para comprender mejor en la relación entre tiempo, tecnología y sexo?

Soy muy fan de Hartmut Rosa, que ha escrito muchos libros sobre aceleración. Hay también un libro muy bueno llamado In the Meantime, de Sarah Sharma, que es una investigadora estadounidense de la comunicación. Tiene un capítulo en el que habla de cómo los taxistas malgastan mucho tiempo esperando, y de cómo la velocidad de mucha gente depende de lo lentos que vayan otros. Hartmut escribe más filosóficamente sobre temas como la aceleración. Hay un libro muy fácil de leer, con el que no estoy de acuerdo pero que es una buena introducción para la relación entre el tiempo y la velocidad, llamado 24/7, de Jonathan Crary. Y hay un teórico francés, Paul Virilio, que es muy bueno y del que hablo en mi libro.

  • Texto: Jose Valenzuela y Iván Galiano (Jot Down)
  • Foto: Jorge Quiñoa
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