agosto 24, 2015
Ay, Mirtha
La diva de los almuerzos y sus proyecciones autoritarias. Cómo es eso de hacer lo que critica de los demás. Sigue leyendo
La proyección es un mecanismo de defensa mediante el cual un sujeto atribuye a otra persona sus propias virtudes o defectos.
Si uno se atiene a lo sucedido en los últimos días, podría decirse que Mirtha Legrand está depositando en el gobierno actitudes que en verdad le pertenecen a ella y que le resultan inaceptables.
La diva de los almuerzos consideró que la gestión de Cristina Kirchner es lisa y llanamente una «dictadura».
Lo hizo ante la mirada atónica de sus invitados y en especial de Luis Novaresio, el periodista que la había invitado a dar su opinión sobre la mandataria.
«El país no tiene libertad ¿Sabe qué tiene el país? Miedo. Eso es terrible para el país (…) Yo creo que es una dictadura lo que estamos viviendo», arrancó su evaluación Mirtha.
Eso que atribuyó al gobierno era en verdad lo que estaba sucediendo en su propia mesa. El silencio reverencial de los comensales, temerosos de una reprimenda de la anfitriona, fue apenas transgredido por la sensatez de Novaresio, quien asomó tímidamente la cabeza para aclarar que la dictadura es la supresión del Estado de derecho.
Aún con los duros reparos que le hace al kirchnerismo, el fiscal Ricardo Saenz podía haber explicado con lujo de detalles la vigencia de la Constitución. Pero dejó pasar la frase de la conductora, quien seguía exagerando la nota.
«No se asusten los de la producción. Están ya muy asustados. Yo aguanto todo. ¿Qué me van a hacer? ¿Me van a sacar? ¿Me van a sacar de la televisión? ¿Me van a poner presa? Yo pago todos mis impuestos, y pago cantidades enormes religiosamente. Soy una ciudadana libre, y puedo opinar», blandió.
Delante y detrás de cámaras aplaudieron, como si se tratara de una mujer abnegada que acababa de romper las cadena para liberarse de un poder omnímodo que la mantenía silenciada.
Novaresio fue el único que no movió las manos. Se lo vio incómodo y solitario, tanto que ofreció una disculpa pública ¿Su delito? Haber disentido con Mirtha en la mesa de Mirtha. El miedo no estaba afuera sino en ese estudio de televisión. Y lo generaba la anfitriona.
-Quiero decirle que comparto muchas de sus críticas -retomó el periodista, acaso buscando generar empatía, cuando el aire se cortaba con un hilo.
Fue una manera de amortiguar lo que se venía, lo que realmente quería decir.
-Pero la palabra dictadura, Mirtha … Dictadura es Videla … -se animó finalmente Novaresio contrariando no sólo a la diva sino a todo el entorno que la había arropado con sus aplausos.
-Bueno, una dictablanda, si quiere –le retrucó rápido la mujer, a esa altura dispuesta a cualquier cosa menos a perder una discusión de local.
Fátima Flórez buscó cambiar el clima. Ensayó una imitación de Cristina Kirchner para atemperar los ánimos pero raudamente Mirtha volvió sobre el tema que la aquejaba, pasándole la pelota a Alberto Cormillot.
–A mi me parece tremendo el enfrentamiento con Clarín ¿no le parece doctor? ¿O no quiere opinar? –casi que le marcó los andariveles de la respuesta.
La conductora de los almuerzos del Trece no abonó el terreno para el disenso. Más bien buscó complicidad. No permitió saber si los invitados de aquel día fueron sinceros con sus silencios y sus aplausos, o simplemente prefirieron no contradecirla.
¿Creerá Cormillot que estamos en una dictadura cuando la radio en la que trabaja (Mitre) no deja de cuestionar al gobierno? ¿Lo creerá Saenz después de recorrer todos los medios denunciando la interferencia del Ejecutivo en la acción de la Justicia? ¿Pensará lo propio Flórez luego de trabajar con Jorge Lanata, quien domingo tras domingo vincula a integrantes del staff oficial con algún ilícito?
Así las cosas, Novaresio pareció haber sido el más transparente. Siendo un crítico consuetudinario de la gestión kirchnerista se preocupó en diferenciar una dictadura de un gobierno con el que no comulga.
Le costó caro pero no tanto como a Mario Massaccesi. En una emisión posterior, Mirtha le preguntó al periodista de TN qué le parecía una carta que leyó al aire, en la que se equiparaba la actual gestión al nazismo.
-Le va a traer complicaciones. Después de lo del «dictadora» (que le endilgó a Cristina) y ahora compara (al gobierno) con la Alemania de Hitler… ojo Mirtha -buscó preservarla Massaccesi.
Pero la señora lo tomó como una afrenta.
-No me digas eso. Esto es para vencerlo a Hitler -intentó explicar lo inexplicable.
-Pero las asociaciones… -insistió el periodista con absoluto sentido común.
-Ni lo pensé -elevó la voz Mirtha.
-Por eso le digo… -trató de bajarle el tono el conductor del canal de noticias. Pero fue en vano.
-Está de más el comentario, eh. Voy a la pausa señor director y vuelvo enseguida -se despidió mirando a cámaras con gesto adusto.
Fue un arrebato autoritario y dictatorial. Sí, justo eso que le endilga al gobierno. Sí, justo eso que evitó achacarle al mismísimo «proceso» sangriento de Videla y compañía, con el cual no pareció sentirse incómoda.
El juego de la democracia, que según ella escasea, es precisamente poder criticar y también ser criticado. Esto último la irrita sobremanera, al punto de silenciar a sus invitados.
No reparó en lo obvio: en una dictadura le sería imposible esbozar una queja. Y, sin embargo, eso es lo que viene haciendo programa tras programa. A veces con razón, otras sin.
Está claro que para «La Chiqui», y una porción de la población, el kirchnerismo es un desastre, pero para otros ciudadanos es lo mejor de las últimas décadas , y para otros tantos no es ni chicha ni limonada. Estas distintas percepciones se ven reflejadas en las sucesivas elecciones gracias al voto soberano de la gente.
Por eso banalizar la palabra dictadura, en un país que supo de asesinatos, desapariciones y robos de bebés, resulta un boomerang para Mirtha, quien al querer hablar mal del gobierno termina hablando mal de ella misma.
- Texto: Diego Schurman (Infonews)
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