julio 10, 2015
El fracaso de la cruzada anti-balotaje
Operadores políticos y mediáticos iniciaron una feroz movida para que evitar que Lousteau se presente a la segunda vuelta. Sigue leyendo
El PRO quiere bajar a Martín Lousteau del balotaje para que no se debilite la candidatura presidencial de Mauricio Macri.
No es lo mismo triunfar holgadamente en la ciudad de Buenos Aires que hacerlo por un margen menor o, por supuesto, sufrir una derrota.
Es improbable que Horacio Rodríguez Larreta mantenga los 20 puntos de ventaja de la primera vuelta. El kirchnerismo y la izquierda no sólo le negarán su voto sino que podrían dárselo a su contrincante.
El macrismo lo sabe y por eso su inquietud ¿Si no triunfa contundentemente en su patria chica, en la que gobernó durante ocho años, trastabillará su proyecto nacional?
No pudo arrebatarle Santa Fe a los socialistas ni Córdoba al peronismo. Para peor, nada indica que pueda imponerse en la provincia de Buenos Aires, un bastión histórico del PJ. Se trata de los principales distritos del país, donde se aglutina aproximadamente el 55 por ciento del padrón electoral.
No por nada emergieron articuladores públicos de la estrategia del PRO para evitar que una segunda vuelta en la Ciudad afecte la carrera de Macri hacia la Casa Rosada.
En un reportaje radial, Marcelo Longobardi acusó a Lousteau de nene caprichoso por no entender el riesgo que implicaba el balotaje para toda la oposición. Le reprochaba su decisión de salir a la cancha cuando los números no lo acompañaron en el primer match.
Si de matemáticas se trata, en 2003 Aníbal Ibarra cosechó 20 puntos entre la primera vuelta y la segunda. Había obtenido inicialmente el 33,54 por ciento de los votos, cuatro puntos por debajo de Macri, pero en el balotaje se impuso con el 53, 48 por ciento.
Diego Santilli apeló a la indignación popular diciendo que con el dinero que se gastará en la nueva elección se podría edificar una nueva escuela. Las palabras del candidato a vicejefe del PRO fueron a tono con la encuesta telefónica impulsada por el gobierno de la Ciudad para saber si los porteños estaban de acuerdo en gastar 58 millones de pesos en otra compulsa.
La cruzada anti-balotaje fue feroz y tuvo en Joaquín Morales Solá al soldado más explícito. «¿Debe haber segunda vuelta cuando la diferencia entre Rodríguez Larreta y Lousteau fue abismal? ¿Es razonable extender inútilmente una competencia entre opositores en las vísperas de elecciones nacionales en las que se jugará la continuidad del kirchnerismo?», se preguntó retóricamente.
El problema, claro está, no es la militancia anti-K del columnista político sino la contradicción de alguien que suele hacer arengas en defensa de la institucionalidad pero se olvida de las leyes cuando le conviene.
En este caso la Constitución porteña es precisa. Si nadie supera el 50 por ciento de los sufragios positivos, los dos competidores más votados deben ir a un balotaje.
Si el triunfo de la primera vuelta hubiese llevado tranquilidad al PRO, Macri no habría cuestionado duramente el sistema electoral porteño. Entiende que una remontada de Lousteau sería leída como un baldazo de agua fría ya no para Rodríguez Larreta sino para su propia aspiración presidencial.
Es por esa misma razón que el kirchnerismo pensó en modificar su estrategia original de igualar a sus contendientes. Como el ex ministro de Economía se transformó en el vehículo para desgastar al macrismo, algunos seguidores de Cristina Kirchner comenzaron a mirarlo con buenos ojos.
«Votar en blanco es votar amarillo», consideró Ibarra, convirtiéndose en el primer exponente del giro. A la idea de respaldar a Lousteau se sumó el miembro de Carta Abierta Ricardo Forster. Estas dos voces que hoy aparecen como una excepción podrían no ser las únicas, amén de que el ex candidato del sector, Mariano Recalde, haya ratificado que el Frente para la Victoria no apoyará a nadie.
Ni lento ni perezoso, el radical Oscar Aguad olfateó la movida y le pidió explícitamente al economista que dé un paso al costado «para no poner en riesgo el cambio de rumbo» a nivel nacional. Es más, dijo que debería hacerle caso al GPS opositor, que pide a los gritos «recalcular» la estrategia de insistir en la puja porteña.
Pero ya nada parece detener al aspirante de ECO, quien no reniega de los votos ajenos, aún sabiendo que su éxito personal pueda resultar funcional al kirchnerismo.
Está tan decidido a competir que su compañero de fórmula, Fernando Sánchez, le mojó la oreja a Macri recordándole que en ocho años de gestión no fue capaz de enfrentar la corrupción en la Ciudad. Y eso que el diputado es el ahijado de Elisa Carrió, la socia política del macrismo.
- Texto: Diego Schurman (Infonews)
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