agosto 23, 2022

Cuando las voces femeninas se sumaron al éter

La investigadora estadounidense Christine Ehrick analiza a las mujeres pioneras de la radiofonía argentina, desde Silvia Guerrico a Eva y Niní Marshall. Sigue leyendo

Una voz irrumpe en el éter. Para algunos, es demasiado chillona o melodramática o histérica. Para todos, es una novedad: es una mujer la que habla en la radioEl micrófono llegó antes que el voto y les permitió a las mujeres dar consejos y discursos, recitar poemas, hacer bromas, contar historias eróticas.

En su libro Radio femenina. Mujer, radiodifusión y paisaje sonoro en Buenos Aires y en Montevideo (1930-1950), la investigadora estadounidense Christine Ehrick revisa las biografías de la periodista Silvia Guerrico, la activista feminista Paulina Luisi, Eva DuarteNiní Marshall, Nené Cascallar y la trayectoria de la pionera Radio Femenina de Montevideo para dar cuenta de qué tenían para decir y cómo fueron escuchadas aquellas primeras mujeres que se animaron a utilizar el nuevo medio.

En diálogo con Ñ, la académica recorre aquellas primeras voces.

–¿Cómo se despertó su interés por la región de América Latina?

–Es una historia de larga trayectoria. Cuando entré en la universidad, en San Diego en los años 80, el enfoque principal, tanto en las noticias como en el activismo estudiantil, eran las revoluciones e intervenciones norteamericanas en Centroamérica. Creo que fue esto lo que despertó mis primeros intereses y de ahí empecé a tomar clases sobre la historia de la región. Obviamente terminé con un enfoque regional bastante lejos de Centroamérica, con investigaciones primero sobre Uruguay y luego sobre la región rioplatense más amplia. Sigue siendo una región que me fascina. Y también al nivel pedagógico mantengo que, aun si un alumno solo quiere entender la historia de los EEUU, es imprescindible comprender algo de la historia de los “primos históricos”, que no son Inglaterra o Europa, sino los vecinos americanos en el hemisferio.

–En su libro menciona un cambio de enfoque de su investigación de lo más político sobre la mujer y el “nuevo medio” al interés por recuperar específicamente la dimensión histórica y cultural de la voz de las mujeres. ¿Podría explicar qué produjo ese cambio de enfoque?

–En el curso de las primeras etapas de mis investigaciones sobre la historia de la mujer y la radiodifusión al nivel más general, empecé a tomar consciencia de la importancia de esta dimensión sónica de la voz humana como categoría poco explorada del análisis histórico. Se veían, por ejemplo, en varias partes del mundo, quejas sobre las voces femeninas en la radio en su primera época, tomando varias formas, pero siempre con la idea de que las voces femeninas molestaban o sonaban mal por las ondas. Esto me llamó la atención. Para mí este fenómeno hablaba menos de las cualidades acústicas o sintácticas del habla femenina y mucho más de la posición subordinada (y por extensión callada) de lo femenino en el paisaje sonoro. Mi di cuenta de que la simple existencia de una voz clasificada/identificada como femenina hablando por la radio, sobre todo en su primera época (más allá de las palabras que pronuncian) es algo de gran importancia histórica, y merecía una exploración y análisis exhaustivo.

–También se mencionan las dificultades y desafíos de trabajar con archivos sonoros. ¿Podría desarrollar cómo fue este aspecto de su investigación?

–La escasez de grabaciones existentes y preservadas es un desafío para historiadores de los medios sonoros, sin duda. Pero eso no quiere decir que no podamos realizar investigaciones profundas sobre el tema. El sonido se encuentra en las fuentes escritas y supuestamente silenciosas, simplemente es cuestión de refinar nuestra “técnica auditiva.” En su libro innovador sobre voz y escucha en Colombia siglo XIX, Ana María Ochoa Gautier señaló la necesidad de una “exploración acústicamente afinada del archivo escrito”. Solo debemos refinar nuestra técnica. Dicho eso, sigue siendo de urgencia y alta importancia la preservación de los archivos sonoros, tanto en América Latina como en los EEUU y más allá. Yo he tenido el honor de trabajar con la Radio Preservation Task Force, grupo afiliado con la Biblioteca del Congreso de los EEUU, y con RIPDASA (Red Iberoamericano de Preservación Digital de Archivos Sonoros y Audiovisuales). En ambos grupos se juntan archivistas, coleccionistas y académicos para hacer todo lo posible para preservar nuestro patrimonio sonoro, que se pierde cada día por falta de recursos y descomposición de las grabaciones.

–¿Cómo fue la experiencia de entrevistar a los familiares de Niní Marshall y Nené Cascallar?

–Las entrevistas con los familiares de Niní Marshall y Nené Cascallar fueron una delicia. La hija de Niní, Ángela Abregó, me habló con mucho detalle sobre la carrera y las luchas de su madre y en mi charla con los sobrinos de Nené con mucha calidez compartieron sus recuerdos sobre su “tía queridísima.” Ambas familias aportaron generosamente libretos de producciones radiales importantísimas para mis investigaciones. Les agradezco tanto su amabilidad y generosidad.

–Usted hace varias veces referencia a la necesidad de hacer futuras investigaciones comparativas entre distintas regiones del mundo. ¿Qué resultados cree que podría arrojar una investigación de ese tipo?

–Necesitamos más investigaciones sobre la radio y las voces femeninas, separadas y conjuntas. Hemos visto un estallido de trabajos buenísimos sobre la radio en África, por ejemplo, que nos da mucho ánimo y esperanza para el campo. Para mí, pensando en la presencia e historia de la voz femenina en el paisaje sonoro, es necesario tener estudios comparativos para poder, por ejemplo, poner el caso rioplatense en contexto global.

–En las páginas finales menciona que quizás nuestro paisaje sonoro no ha cambiado tanto como nos gustaría respecto de la cuestión de género. ¿En qué sentido?

–Aunque la mujer no es forastera en la esfera pública como hace un siglo, nuestros cuerpos y voces siguen siendo sujetos a vigilancias y escrutinios a causa de género. En formas sutiles y no sutiles, “la voz de la autoridad” sigue siendo masculina, y el paisaje sonoro mantiene las huellas de un patriarcado de larga trayectoria. En EE.UU. (en contraste con la Argentina), todavía no hemos tenido a mujer como presidente. Creo que cuando lleguemos a este logro, será un choque para la gente escuchar el discurso inaugural emanando de una voz femenina.

–Muchas de las mujeres que aparecen en el libro no se llamaban a sí mismas feministas pero ejercían se corrían de los lugares tradicionales de género. ¿Cómo cree que puede servir al feminismo actual entender esa complejidad?

–No es necesario identificarse como “feminista” para crear nuevos espacios para los cuerpos y voces femeninas en las aulas políticas o esferas culturales. Pero para mí, pensando el feminismo como fenómeno e hilo histórico, hablamos precisamente de este proceso: una trayectoria en que podemos ver la aparición, a veces de pasos vacilantes y contradictorios, de una ciudadanía femenina. Y esta ciudadanía no es únicamente el acto de poder votar o ser elegida, también es el hecho de tener voz (literalmente y metafóricamente) en la esfera pública. Aunque de formas muy distintas, tanto Niní Marshall como Eva Perón crearon y ampliaron los espacios para esta ciudadanía femenina, se identificaran como “feministas” o no.

–¿Qué voces de mujeres diría que forman parte de su paisaje sonoro personal?

–Es una cuestión difícil. Ciertamente, como muchas mujeres yo tuve que aprender a utilizar mi voz. Les doy un ejemplo quizás un poco específico, pero que para mí tiene impacto. Me crié en California, cerca de Los Ángeles. Un lugar con mucha actividad sísmica. Desde los años 80, la voz de autoridad, la voz que la gente quiere escuchar para tener información y seguridad luego de cualquier terremoto en California, es la voz de la sismóloga Dra. Lucy Jones. Para mí, escuchar a ella como voz experta sobre algo de tanta importancia fue inspirador. Obviamente, soy historiadora y no sismóloga, pero quizás sirve de ejemplo de cómo una mujer que logra poder hablar y ocupar un espacio tradicionalmente masculino da lugar y permiso a otras mujeres y altera el paisaje sonoro paulatinamente, pero a la vez profundamente.

  • Texto: Carola Brandariz(CLARIN.COM)
  • Foto:
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