octubre 14, 2021
Redes, subjetividad y los peligros de una realidad poco real
La vida social se construye en las plataformas mediáticas en las que se disputan intereses: lecturas de Ariel Gurevich y José Luis Fernández. Sigue leyendo
Hace pocas semanas, el Wall Street Journal publicó un informe en el que revelaba que Facebook, propietaria de Instagram, sabe desde hace años que la plataforma es dañina para la salud mental de muchos adolescentes, sobre todo las niñas. Revelaba, además, que la empresa mantuvo en privado la investigación interna sobre el tema.
Por su parte, y a través de una publicación, los responsables de Instagram dejaron en claro que la investigación interna muestra que el uso de las redes sociales puede ser tanto beneficioso como perjudicial, y aclararon que desde la empresa están trabajando en cambios estructurales en su plataforma para contrarrestar cómo esta contribuye a los problemas negativos de la imagen corporal.
Selfies, posteos, likes… terminología de una vida en las redes. (Vinicius Wiesehofer / Pexels)
No es novedad que Instagram se basa en la imagen, como tampoco lo es que los intereses de la empresa propietaria entran a menudo en conflicto con la seguridad de los usuarios. Podemos decir entonces que el impacto negativo en los usuarios jóvenes está en el corazón de la app: las adolescentes desarrollan sentimientos negativos respecto de su imagen corporal y apariencia gracias a las características propias de la plataforma. Por otra parte, al tratase de problemas inherentes a la plataforma, la solución es casi imposible.
Una vida digital
Las plataformas sociales emergen como dispositivos de subjetivación reguladores de las prácticas de nuestra vida digital al tiempo que los objetos digitales no paran de desplegarse. Posteos, fotos, likes, videos, comentarios, hipervínculos, tuits, menciones, etiquetas, enlaces, así la vida a través de las redes es una narración y el registro del ahora dramatiza lo próximo como inminencia.
¿Son las redes un espejo tóxico? ¿Son responsables de las nuevas subjetividades o solo replican estereotipos corporales? ¿Cómo es la nueva construcción del Yo en este contexto? Si la imagen lo es todo, ¿cuál es la identidad en la vida digital?
En La vida digital, Intersubjetividad en tiempos de plataformas sociales (La Crujía), Ariel Gurevich sitúa el nacimiento de nuevos medios digitales que alojan “el constructo narrativo llamado yo” en la primera década de este siglo. Según el autor, es a partir de ese momento que el relato de la identidad está siempre abierto y en proceso y responde una y otra vez a la pregunta de quién se es.
Se trata de narrativas del yo que se dan en un entorno tecnológico pero que a la vez mantienen características propias del género: una correspondencia entre el yo que escribe y el protagonista de su relato en primera persona que representa su vida.
Si bien la categoría autobiográfica tiene una tradición larga, el escritor se pregunta cuál es el aporte específico de las plataformas digitales a la construcción de las narrativas del sí mismo y qué relaciones tecnosociales y formas de estar en el mundo expresan estas tecnologías.
En La intimidad como espectáculo (2009), Paula Sibilia ya hablaba de cómo se autoconstruían las nuevas subjetividades para la mirada de los demás: personajes de no ficción con códigos de los modelos narrativos y estéticos del cine, la televisión y la publicidad ahora apropiados por los nuevos géneros de internet.
Los dispositivos les permiten a los usuarios articular un perfil y una red de conexiones al tiempo que los sujetos producen los contenidos. Gurevich sostiene que son plataformas de construcción/comunicación del sí y suponen una correspondencia entre el yo conectado y el yo desconectado: el personaje siempre es yo y todo lo que lo rodea es un show.
Bordes lejanos
“Cuando hablamos de vidas en plataformas, hablamos de vidas sociales y culturales”, escribe José Luis Fernández en Plataformas mediáticas. Elementos de análisis y diseño de nuevas experiencias (La Crujía), “Y, cuanto más entrevemos su complejidad, más registramos que sus bordes son lejanos y que tal vez rodean mucho de lo que entendemos lo humano de nuestra época”.
El texto de Fernández, doctor en Ciencias Sociales y docente en Semiótica de las mediatizaciones (UBA), se enfoca en la descripción de los diferentes intercambios discursivos que organizan la interacción en plataformas. Se trata del resultado de una serie de investigaciones que funciona como una guía para entender el fenómeno de las plataformas y el postbroadcasting, los intercambios que se dan en ellas y los efectos consecuentes.
El investigador de la UBA habla de distintos momentos de las mediatizaciones, el primero, o fundacional, se vincula al reconocimiento y la preocupación por la aparición de lo informático, lo digital, la conectividad y el acceso facilitado a grandes volúmenes de información.
El segundo momento es el de las preocupaciones académicas por las nuevas mediatizaciones, algo muy de comienzos del siglo XXI, la explosión de las vidas en las redes y la fascinación por el networking. Si bien este período todavía está vigente y sus consecuencias siguen expandiéndose, asistimos a un tercer estadio del saber sobre objetos que hasta hace poco se estaban construyendo y presentando: es el momento de la reaparición de las problemáticas socioculturales que el investigador acuña postbroadcasting debido a la convivencia que se registra entre los dos momentos anteriores (broadcasting y networking).
Por supuesto, este gran cambio en los medios de comunicación y esta convivencia implican tensiones, competencias y batallas e innovaciones de supervivencia.
En la primera definición de plataformas, las empresas prometían un espacio para la participación libre de los usuarios, mientras que los contenidos generados por estos eran vinculados a los productos de los anunciantes.
Usuarios y dinero
Según Gurevich, la plataforma monetariza al usuario, lo transforma en dinero a partir de sus interacciones, las cuales integra a la lógica del Feed, el espacio privilegiado de encuentro entre la actividad del usuario y los contenidos publicitarios. Es decir, expresa el poder de las plataformas como medios y agentes de distribución. Para los entes reguladores, la plataforma era un lugar justo e imparcial para las interacciones que no necesitaba ser regulado.
Sin embargo, las plataformas no son otra cosa sino “el producto de una inmensa cantidad de mano de obra humana que diseña algoritmos y vigila el contenido”, sostiene Carlos A. Scolari, autor del prólogo de Plataformas mediáticas.
Doctor en Lingüística Aplicada y Lenguajes de Comunicación (Università Sacro Cuore di Milano), Scolari asegura que Fernández se ha metido de lleno en el mundo del postbroadcasting y el continente de las plataformas, un territorio inabarcable donde se desarrolla la vida social.
“Los personajes del planeta digital se presentan en sociedad al momento de nacer, hacen amigos, comparten trucos para ganar en los videojuegos, encuentran pareja, buscan trabajo, difunden gatitos, pierden parejas, y la plataforma, cada tanto, se encarga de recordarles todos esos momentos de su vida”, sostiene.
Dado que la velocidad del cambio tecnomediático es mucho más rápida que la de la producción teórico-conceptual, Fernández menciona que nombrar lo nuevo nunca es fácil. Será por eso que a las ya conocidas plataformas, el autor las señala como nuevas especies interactivas pero también invasoras.
Mientras que en un principio eran aceptadas sin cuestionamientos, hoy en día se las aborda de manera crítica y él es uno de los especialistas: propone ir de lo micro a lo macro sin caer en el refundacionismo, “ese pecado analítico que solo ve discontinuidades y revoluciones tecnológicas en cada esquina y resulta incapaz de identificar las continuidades con el pasado”, dice Scolari.
Entendiendo entonces que todo sistema de intercambio de mensajes que se realiza con soporte tecnológico se denomina mediatizaciones, comprendemos también que la vida social se construye en lo mediático. Con todo esto, Fernández anticipa que “las vidas en plataformas mediáticas seguirán creciendo en una tensión que aparece como fundante: pareciéndose a lo general de la cultura sin poder dejar de transformarla”.
- Texto: Bibiana Ruiz (CLARIN.COM)
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