abril 12, 2021
Cardoso: “La sociedad civil debe actuar en defensa de la democracia”
Estudioso de los autoritarismos, el expresidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, afirma que, más que los partidos, son los ciudadanos quienes han de resguardar las libertades Sigue leyendo
Fernando Henrique Cardoso está al otro lado del Zoom. Se lo escucha en medio de una llamada telefónica, fuera de cámara. El expresidente brasileño (1995-2002) se atrasa unos minutos para comenzar la entrevista con LA NACION. Todo Brasil está conmovido por una noticia de alto impacto que llegó hace apenas 15 minutos para cambiar drásticamente el escenario político. Un juez de la Corte acaba de anular las condenas por corrupción contra Lula da Silva, tornándolo un posible candidato a la presidencia en 2022. Los medios del país están dominados por ese tema, y Cardoso, uno de los más lúcidos comentaristas de la coyuntura brasileña, dice en caliente: “Esto es todo lo que quiere [Jair] Bolsonaro”.
A sus 89 años, el expresidente brasileño se mantiene lúcido y muy activo. La pandemia lo forzó a trabajar exclusivamente desde su casa, en San Pablo, para la fundación que preside y que lleva su nombre. De la vida previa a la llegada del Covid-19, Cardoso, presidente honorario del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), extraña reunirse a comer con amigos y viajar. Pero el confinamiento ha sido también una gran oportunidad para escribir. Además de continuar volcando en los principales diarios brasileños su mirada sobre la tumultuosa política local, pudo terminar un libro –más teórico que político, dice– sobre la crisis de las democracias contemporáneas. Es un proyecto que nació antes de la pandemia, tomó cuerpo durante la cuarentena y posiblemente será publicado a fin de año.
“En varias partes del mundo las democracias están yendo mal, pero los regímenes autoritarios son peores. Es un intento por pensar cómo articular nuestras democracias para salvarlas y, con ello, resguardar la libertad de las personas”, dice Fernando Henrique Cardoso.
Cardoso está alarmado por el curso de la pandemia en Brasil. Ya recibió la primera dosis de su vacuna contra el virus, y hace poco participó de un acto público con otros expresidentes a favor de la vacunación. Un intento de contrarrestar la influencia negativa que generan las posiciones anticientíficas del presidente brasileño, explica, y que ayudaron a dejar al mayor país de la región en una situación crítica. Incluso desde lo político, con un gobierno que hace diez días sufrió seis cambios en su gabinete, y la renuncia, tras cartón, de los comandantes del Ejército, de la Fuerza Aérea y de la Armada.
–Estuvo escribiendo sobre las democracias liberales. Al final, ¿cómo van a salir de esta pandemia?
–Cada vez menos liberales de lo que eran. La pandemia ha requerido una acción del gobierno. En nuestro caso, nunca tuvimos una democracia completamente liberal, en la que solo actuara el mercado. Brasil siempre depositó confianza en los gobiernos y se les demandó acción. Después de la pandemia resulta obvio que el gobierno actúa y cuando no lo hace es peor. No hay más base para una defensa del liberalismo del siglo XIX. Lo que se debe buscar es la presencia de la sociedad civil presionando al Estado y haciéndolo actuar de una manera más auténtica.
–¿Y los partidos políticos?
–Los partidos han perdido mucha vigencia, se han vuelto todos muy parecidos unos con otros, aun cuando sabemos que no hay manera de expresarse políticamente sin que haya partidos. Antes que los partidos, hoy es más relevante el movimiento de la sociedad como factor de presión. Los partidos están inertes, no lo voy a ocultar, aunque suceda incluso en el caso del PSDB, mi partido. ¿Por qué continúo en el él? Porque no hay cosas muy buenas en otros partidos, y no tengo razón para irme. Al final, es un instrumento de acción, pero lo que quiero decir es que no tengo confianza plena en la estructura partidaria. Si la sociedad no se moviliza en defensa de la democracia, si no hay libertad, si el periodismo no ejerce su papel…
–¿De dónde cree, entonces, que pueden aparecer nuevas figuras para la política? En el caso brasileño, alguien que rompa con la polarización Bolsonaro-Lula.
–El periodismo les va a seguir dando la palabra a personas, y esas personas tienen que ser capaces de encarnar un sentimiento más amplio que el de ellos dos. Un sentimiento progresista que tome en cuenta a toda la población y que respete las leyes. Lula, un exlíder sindical, representa un mundo que no existe más. Pasó su hora. Y en política, o se mira hacia adelante o no hay para dónde mirar. Bolsonaro significó en 2018 un alerta contra el peligro de la izquierda, pero hoy nadie tiene miedo de ninguna izquierda. Bolsonaro fue eso, un alerta nervioso, rabioso, que no es bueno para el país. Nuestra inclinación, nuestra cultura política, es más de aceptación, de tolerancia. No sé quién va a ser esa persona que pueda salir de esa lógica, es temprano para saberlo, pero tiene que hacerse visible expresándose. Cuando se detenga el virus, si para, vamos a ver si es posible que surja una fuerza capaz de superar a aquellas que representan a los extremos.
–¿La derrota de Trump en Estados Unidos fue una derrota para todos los populismos en el mundo?
–Estados Unidos siempre es muy importante porque es símbolo de la democracia en el mundo. Trump no mostraba ningún respeto por las instituciones. Aquel acto de invasión en el Capitolio fue increíble, simbólicamente desastroso. La victoria de Joe Biden fue importante, no sé cuál va a ser su postura con relación a América Latina, ni creo que la Argentina o Brasil deban alinearse automáticamente. Los gobiernos deben alinearse con su pueblo, no con otros Estados, y eso vale para todos los países. Pero fue positivo porque Trump tenía una actitud “anti”, de fomentar la agresividad, un sentimiento negativo. Y también mostró que Estados Unidos es un país con salud suficiente para regenerar las tendencias negativas de la democracia. Nosotros, en nuestra región, tenemos que salvarnos a nosotros mismos, porque un buen presidente de Estados Unidos no nos salva. Soy muy favorable a que tengamos una actitud abierta, de buenas relaciones con ese país como con Europa, con China, con África y especialmente con la Argentina y nuestros vecinos de América del Sur.
–La relación entre los gobiernos de la Argentina y Brasil pasa por malos momentos. ¿La derrota de Trump llevó a Brasil a mirar más al Mercosur?
– Probablemente sí. Las ilusiones de proximidad de Brasil con Estados Unidos desaparecieron con Trump. A Bolsonaro no lo conozco personalmente. Cuando era presidente, yo tomaba el teléfono y hablaba con intimidad con los mandatarios de Chile, de Uruguay, de la Argentina, con [Carlos] Menem incluso, que era una persona muy peculiar. Nunca tuve problemas en llamar y hablar también con los presidentes de Alemania, de Francia. Cuando podés tomar el teléfono y hablar con naturalidad con otros presidentes… Esas pequeñas cosas parece que no tienen peso, pero son importantes. Bolsonaro representa al Estado, a los intereses del pueblo. Y es importante que Bolsonaro se sienta más cómodo y hable con más libertad con sus vecinos, que tenga mayor intimidad con los presidentes. Es bueno para los países, no para él.
–El ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, dijo que si Brasil continúa en un camino de descontrol de gastos y de endeudamiento demora seis meses para convertirse en la Argentina y un año en Venezuela. ¿Qué piensa?
–(Ríe) Guedes fue formado en Estados Unidos y tiene una visión de mercado de las cosas. Yo no tengo esa visión de mercado. Dijo algo inapropiado para un ministro porque hiere a otro país. Él conoce poco a Venezuela y a la Argentina. No creo que la Argentina haya quedado tan desorganizada como sí quedó Venezuela. Hoy tiene un gobierno democrático. En Brasil, por ejemplo, creo que no podría haber un Hugo Chávez, un personaje muy del Caribe, que le gustaba tener un protagonismo en el mundo y desorganizó bastante su país. La Argentina nunca llegó a tal nivel y no me parece justa esa comparación. La economía argentina siempre tuvo problemas, tuvo una agricultura muy buena, una ganadera muy buena y nunca fue bueno su sector industrial.
–Bolsonaro llegó al gobierno con la promesa de implementar una agenda liberal, pero cada vez más gira en sentido opuesto, de intervención de empresas y aumento del gasto. ¿Es posible una agenda de reformas que vaya más allá del corto plazo en países con tanta pobreza como la Argentina y Brasil?
– Es difícil… Yo lo intenté. Usted es inmediatamente criticado, porque hay quienes tienen intereses en que se mantenga todo igual, pero es necesario hacer el intento. El Congreso solo no consigue aprobar reformas sin sustento del poder Ejecutivo y, principalmente, del pueblo. El pueblo es más decisivo que lo que diga el presidente o el Congreso. Es necesario mantener un movimiento en favor de esas transformaciones. En el caso de Brasil, el presidente hoy es un militar. Mi padre y mi abuelo fueron militares, y por eso conozco razonablemente el sentimiento militar. Ellos son, en primer lugar, Estado, no mercado. El liberalismo de Bolsonaro es relativo, como el de cualquier militar. Cuando era diputado federal, el presidente criticaba las privatizaciones de mi gobierno. Bolsonaro debe tener dificultad en aceptar que es apenas un militar en la lucha estatizante. El ministro de Economía es lo contrario, es liberal, hay una cierta contradicción.
–Tanto en la Argentina como en Brasil, los presidentes suelen estar preocupados con la reelección apenas asumen.
–La democracia es difícil. Son varias las dificultades. Hay que ganarse al Congreso, y el Congreso no es fácil, expresa opiniones, tiene intereses, y el interés mas inmediato de los oficialismos es la reelección. Y con elecciones cada cuatro años es muy difícil. No es fácil hacer ninguna reforma, pero es obligación del presidente intentar hacerlas, incluso sabiendo que va a sufrir un perjuicio electoral. Yo intenté no pensar en eso, no era mi motivación. Creé la reelección, y tengo dudas de si fue bueno o fue malo, porque en cuatro años se puede hacer poco. Tal vez un mandato mayor fuese mejor que el instituto de la reelección. Nuestra tradición lleva a que las personas piensen más en la reelección y no es bueno para el país. Hoy no haría más lo que hice. Cuando se tiene real sentimiento de cambio, es mejor un mandato más largo. Creo eso hoy, pero no fue lo que hice (ríe).
–¿Qué cambia para Brasil con la anulación de las condenas de Lula?
–Cambia completamente el juego, porque Lula va a animarse a ser candidato. Mi posición es conocida: o enfrentamos a los extremos, a Bolsonaro y también al Partido de los Trabajadores, o seguiremos en esa polarización. Tal vez sea necesaria una especie de interna entre los candidatos de varios partidos opositores para 2022. Quien salga como candidato no puede ser de un centro amorfo, debe tener un lado. En un país de tanta injusticia y tanta pobreza como Brasil, tiene que haber crecimiento económico, pero con una intervención gubernamental. Quien sea capaz de expresar esa idea, golpeando en el corazón de las personas y no solo en la cabeza, va a poder ser competitivo. Si llegan otra vez Lula y Bolsonaro creo que ganará de nuevo Bolsonaro, lamento decirlo.
–¿Cómo llegó Brasil a estas cifras pavorosas por la pandemia?
–Brasil tiene una ventaja, su sistema público de salud que atiende a mucha gente. Pero a pesar de eso el virus está siendo devastador porque es un país con mucha pobreza y muy desigual. El país mostró que no aguanta una crisis pandémica como esta por eso. El virus llegó en avión y luego se dispersó para terminar siendo más fatal en quienes tienen menos dinero, y pese a su tamaño el sistema público se mostró insuficiente para hacerle frente. Tuvimos un factor más, muy grave, que fue la negligencia de los gobernantes. El presidente simboliza muchas cosas, cada cosa que dice tiene peso. Y cuando dice que el Covid es una “gripecita”, muchos creen eso y así aumenta la falta de cuidado. Esa actitud está equivocada, es grave. El gobierno empeoró la crisis y eso cuenta. Bolsonaro tiene un poder simbólico enorme. A veces dan ganas de decir cosas inconvenientes, yo fui presidente, pero no se puede despreciar a la ciencia mientras hay mucha gente muriendo. No podés cambiar de ministro en un área crucial como Salud. La cuestión central es la salud, y la economía viene después.
–En otro contexto parecería absurdo que tenga que existir una campaña publicitaria de vacunación contra una enfermedad que causó más de 300.000 muertos
–Cuando quien simboliza el poder trata con negligencia el problema, crea la necesidad de un contraataque, y necesita decir que todo el mundo debe ser vacunado. Hoy vi con alegría que la madre de Bolsonaro fue vacunada. Eso es importante. Es importante que las personas públicas muestren que están vacunándose para dar el ejemplo. No creer en las vacunas hoy en día es inaceptable. El presidente había dicho que si te vacunas te podés convertir en un yacaré; entonces, para contrarrestar esos dichos, quienes tienen alguna influencia en la opinión pública deben hacerlo.
- Texto: Marcelo Silva de Sousa (LANACION.COM.AR)
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