mayo 18, 2020
«Alguno (por Bolsonaro) dijo que esto era una «gripecita», con lo cual se dio el lujo de no tomar medidas a tiempo»
Declaraciones de Pepe Mujica al programa Sobremesa Sigue leyendo
DECLARACIONES COMPLETAS
—Pepe, buenas tardes ¿cómo le va?
—Buenas tardes, un gusto saludarlos, y a través de esta onda, al pueblo argentino y a mis compatriotas.
— ¿Cómo está llevando esta cuarentena? ¿Qué cambió su vida cotidiana? ¿Qué hace distinto que no hacía antes?
—No, en realidad yo vivo en una chacra de 14 hectáreas. Siempre ando dando vueltas. Trabajo un poco la tierra, verdura que avisan con el tractor, planto un poco de forraje, en fin, me entretengo. La tierra es algo vocacional, viene de mi niñez y en realidad, en relación a como la está pasando la gente que vive en un apartamento, urbana, y eso… yo diría que la estoy pasando fenómeno.
—¿Pero no extraña nada de la otra vida?
—No, no extraño nada porque tengo una vasta experiencia de vivir en soledad, pasé años en condiciones… y bueno, entonces tengo el oficio de hablar con el que llevo adentro y me maravillan ciertas cosas pequeñas de la naturaleza, que no son pequeñas que son grandes… el desfile de hormigas, por un lado. Hay gente que en el campo cree que hay soledad y no se da cuenta que el campo es un conventillo, porque hay mil formas de vida que andan tras su pitanza. Por ejemplo, arranca el tractor y ya los pájaros de la zona tienen absolutamente claro y vienen a buscar lombrices, etcétera, con el simple ruido del tractor. Aparecen gaviotas que salen en mar, aparecen en el campo, etcétera. Entonces esas pequeñas cosas me maravillan.
—Estuvo recluido quince años en condiciones inhumanas en tiempos en los que militaba en Tupamaros. Supongo que este confinamiento al lado de esas situaciones diría es casi un juego de niños.
—Pero en absoluto. Hubo años que la noche que me ponían un colchón me sentía contento, con un colchón en el suelo. No, no, no tiene ni punto de comparación. Pero fueron años muy duro y que nos enseñaron mucho también, sobre todo a hablar con el que llevamos adentro, ese amigo que me enseñó la filantropía, como dice Machado, en algún poema por ahí. En realidad en el mundo contemporáneo son enormes los estímulos desde afuera, es mirar permanentemente hacia fuera, el estar distraídos, entretenidos, etcétera, y un poco el ejercicio introspectivo de intentar mirar hacia adentro, mirar el trayecto de nuestra vida con ojo crítico, visto de distancia para ver cosas que no habíamos visto y tal vez ese gusto raro por el pensamiento, por la filosofía, por alguna pregunta eterna que sacuden al hombre desde que está arriba de la tierra. Por eso no extraño nada.
—Me habla en algún momento de reflexión. Me da la sensación que tiene tiempo para la reflexión, que en la chacra tiene tiempo para eso, que además es dado para hacer ese tipo de reflexiones, algo que en estos tiempos modernos no se usa mucho. Me parece que el ocio, el tiempo para pensar, es algo que es desechado o dejado de lado.
—Porque la evolución del capitalismo en esta etapa, que deberíamos de llamarla de hiperconsumismo, necesita… porque los sistemas son generadores de una cultura, una cultura subliminal, no de una cultura de razonar, de pensar, sino la cultura que se instala en nuestras emociones, necesita imperiosamente que todos seamos voraces compradores, compulsivos compradores, que estemos contrayendo crédito, pagando cuentas y que nos esforcemos por mejorar el ingreso económico para comprar más y así sucesivamente. Y naturalmente la gente queda metida como una red que no ve y no le queda tiempo para estas pavadas que yo estoy diciendo, de contemplarse por adentro porque eso no da rédito.
—Recordaba una frase suya Pepe, vinculada al capitalismo, esta idea de que uno es lo que tiene y no lo que es, y usted decía que lo mejor es andar ligero por la vida.
—Sí, yo hago apología de la sobriedad, no de la pobreza. No me gusta el término y no quiero decir austeridad, porque en Europa dejan a la gente sin trabajo y a eso le llaman austeridad. No quiero saber nada con esa palabra. Prefiero la palabra sobriedad. Aprender a vivir con lo necesario ¿Porque qué pasa? La gran pregunta, por un lado, puede ser el desarrollo y crecimiento económico, pero al lado habría que colocar otro: la felicidad humana. Porque la vida se nos va, y podemos comprar cualquier cosa, hasta en cómodas cuotas mensuales, pero no podemos comprar el tiempo de nuestra vida. Y cuando multiplicamos las necesidades materiales al infinito, tenemos que gastar mucho tiempo para encontrar los medios con que compensar eso. ¿Qué es lo que sacrificamos? El tiempo para cultivar afectos. Y ahí está la paradoja en el hombre moderno: tiene muchas cosas, pero termina confundiendo ser con tener y se aleja de ciertas cosas, a veces que son al final las única verdadera: el cariño de la pareja, los hijos, tiempo con los amigos. Según la edad por la que estoy pasando ¿verdad?
—Le preguntaba si extrañaba algo de la otra vida y me decía que no, que está fenómeno, pero me refería a esto, a un abrazo, a sentarse en un café, a tomar un mate con alguien. ¿Eso no extraña?
—Sí, eso lo extraño. No se sustituye con la comunicación virtual y todo lo demás. Sí, eso naturalmente. Lo extraño bastante.
—¿Utiliza la comunicación virtual? ¿ Zoom? ¿Se comunica por WhatsApp?
—Muy poco, muy poco.
—Recién me hablaba del capitalismo. ¿Va a cambiar algo en el mundo una vez que se encuentre la vacuna contra el coronavirus? Porque hay muchas teorías de que con la pandemia, con todo lo que está pasando, con la reclusión, el confinamiento, el mundo va a cambiar. Yo sinceramente, tengo mis dudas, pero le quiero preguntar a usted.
—No, yo más bien veo lo contrario. Creo que va a cambiar para peor. Porque este fenómeno crítico por un lado crean pobreza y, por otro lado, tienden a concentrar la riqueza. Quienes tienen liquidez van a comprar cosas muy valiosas por ganga. Es probable que cierto tipo de grandes empresas internacionales en esta coyuntura crezcan, pero a su vez desaparezcan miles de PyMes ¿Se da cuenta? Yo creo que es ciertamente al revés. Pero ojalá que me equivoque. Me parece que el mundo va a surgir más pobre y va a haber disputa. Y los escalones más bajos de la clase media van a pagar el pato porque hacia arriba no, más bien hacia abajo. Pero me parece que hay un mundo de chalecos amarillos en puerta, de gente que estaba relativamente estable en una forma, no de tirar manteca al techo pero pasable, y de golpe ve que pierde pie pero en realidad, la gente que más pelea, la gente más desconformista, son los que están un poco bien, caen de golpe. Los que están resignados a la pobreza son distintos, por eso va a ser un mundo conflictivo, me parece.
—¿Sabe por qué le preguntaba si va a cambiar? Porque da la sensación, por lo menos en estos tiempos, que hay un reconocimiento del rol del Estado en las urgencias.
—Sin dudas…
—Incluso de algunos referentes ultraliberales, por lo menos aquí en la Argentina.
—Sí, sí, sí, porque se había ido tanto el balance al otro extremo que de golpe nos encontramos con el peligro, y el peligro obliga a buscar protección precisamente en un brazo fuerte y se acude al Estado. Esa institución, que se llama dictadura, es un invento de los senadores romanos en momentos de peligro. Centralizaban el poder, le daban el poder a uno que le llamaban dictador, después tomo otro sentido la cosa. Siempre que una sociedad está en peligro acude a fortificar el poder del Estado, naturalmente. Pero tras cartón también le van a pedir al Estado maravillas y vamos a volver, otra vez, en cuanto a la pandemia, a los escarceos que ya conocemos.
—Bien, no es muy optimista respecto al futuro, más bien lo contrario.
—En absoluto. No soy optimista, no.
—Y esta suerte de pulseada entre economía versus salud que se está planteando en varios lugares, aquí en la Argentina hay… uno lo escucha a Alberto Fernández.
—¿Cómo?
—La pulseada, digo, entre economía versus salud, que se plantea a propósito de la pandemia. Yo lo escuchaba a Alberto Fernández, también a otros líderes mundiales, como si fuera un gran dilema, como si hubiera que optar entre uno y otro ¿no? ¿Cómo ve esta situación?
—Es una situación difícil porque no tenemos un método clínico de superar el peligro de esta enfermedad y la única herramienta que tenemos en la mano es no propiciar el contagio. Por lo tanto, no entramos en una nueva normalidad. Estamos en una emergencia. Tendremos que aprender a funcionar con mucha precaución, siempre arriesgando y siempre con algún caso complicado hasta que la ciencia pueda encontrar una salida, si la encuentra. Soy optimista, creo que a la larga la va a encontrar, pero no está a la vuelta de la esquina. Por lo tanto, las medidas de aislamiento en forma absoluta es imposible sostenerla en el largo plazo. Y entonces acá se juega el partido de grado de conciencia que reclama la gente. Como para poder hacer cosas y no favorecer el contagio no es nada sencillo.
—Lula da Silva se preguntaba, en una entrevista que le hizo un colega Bercovich en televisión, aquí en la Argentina, por qué los ministros de Salud de todo el mundo no se habían reunido para coordinar una estrategia. Me preguntaba si la globalización es solo para los negocios y no para la salud.
—Sí, tiene razón, pero la verdad es que en el punto de vista científico hay muchas nubes todavía. Y mucha contradicción. Entonces, el problema no es del talento político también, esto necesita un fuerte soporte científico. Y no se ha podido avanzar todavía lo suficiente. Fíjese lo que pasa con los niños, hay versiones distintas. Lo que pasa con cierto tipo de contagio que no manifiesta los síntomas, etc. Hay todavía muchas dudas en el sentido que gente que no recomienda los guantes, se opone a los guantes, por ejemplo, porque puede ser un aumento mucho más eficaz el transporte, qué se yo, y eso se lo dice gente técnica científica. Y es imposible hacer un resumen de lo que científicamente está probado y lo que son conjeturas, todavía. Entonces no me extraña de que los ministros no se hayan juntado porque, además, se ha venido desarticulando mucho los servicios públicos de salud en muchísimos países con el asunto de ahorrar en gasto. Y se ha transferido a la actividad privada… y esta pandemia no la puede levantar el mercado, es que no tiene arreglo por la vía del mercado. A ver, lo que queda claro es que en el sistema de salud los estados tienen que invertir y tienen que invertir bastante más de lo aparentemente necesario, así como se tiene un retén de guardia en un cuartel por las dudas el Estado tiene que tener cierta capacidad. Por las dudas. El mercado no hace esas cosas.
—A la distancia ¿cómo ve el manejo de la Argentina, específicamente de Alberto Fernández, de esta situación?, si es que puede hacer una observación a la distancia.
—Yo veo que le tocó bailar con la más fea. Agarra una formidable deuda, una crisis económica formidable y tras cartón le cae esto de postre. Entonces, no es sencilla la situación que tiene, menos mal que tiene bastante bonhomía, bonhomía, respeta mucho, es un hombre sereno, meditativo. No le gusta atropellar. Me parece, me parece que hay un tema en el que están trabajando que es la deuda. Merecería el apoyo de todo el pueblo argentino más allá de otras diferencias que pueden tener, pero creo que esto es un problema para los pobres, para los del medio y para los ricos, para todos. Es una deuda de tal magnitud que si no se consiguen facilidades ni plazo, la Argentina queda muy acogotada y eso es una batalla que también está dando el Gobierno junto con la batalla por la salud.
—Le voy a preguntar de la deuda, pero antes le quiero preguntar sobre Bolsonaro y Donald Trump en función del coronavirus. ¿Cómo se están manejando? ¿Cómo lo ve usted?
—Creo que… alguno dijo que esto era una «gripecita», con lo cual se dio el lujo de no tomar medidas a tiempo. Y está probado que allí donde de entrada cuando se recibió la alarma se tomaron medidas, el costo en víctimas, el costo en enfermos, el costo en nivel de contagio, en solvencia en los aparatos de salud, no tuvo las dimensiones que está teniendo precisamente en Brasil y en Estados Unidos, porque lo peor que han tenido es que subestimaron con todo empirismo, no le dieron la más mínima pelota a la ciencia, y bueno, la política no puede tener esos descuidos y entonces ahora están en un brete dificilísimo.
— Mario Vargas Llosa habló muy mal del populismo, suele hablar mal del populismo. ¿Pero Trump y Bolsonaro no son populistas?
—Evidente que son populistas. Está manoseado el término, todo lo que no me gusta es populismo. Entonces, con ese criterio… pero hay un manejo demagógico muy fuerte, evidente, y me parece que sería un plan que está en pleno desafío en el que van, además…están poniendo las tintas para eludir la responsabilidad de verdad que tendió cometer que no fue más grave porque muchísimos gobernadores no lo respetaron… pero está trasladando a un conflicto con China tratando de disimular la responsabilidad que tienen lo que está pasando en Estados Unidos porque la dejaron avanzar a la enfermedad, resistieron de tomar medidas y bueno…ahí está el resultado.
—Ahora le mencionaba a Mario Vargas Llosa, Tiene alguna opinión de Mario Vargas Llosa que me quiere ofrecer?
—Es un buen escritor en materia de literatura. Como pensador político cada vez está más conservador, con tinte reaccionario.
—Bien le quiero preguntar de Uruguay, de Lacalle Pou.
—Bueno, en mi país estamos bailando al son de esta enfermedad. Es un Gobierno que me da la impresión que ha sacado…está constituido por gente que era francamente macrista, hinchas de Macri…pero que después, cuando vieron los resultados, dejaron de ser hinchas y lo critican porque le achacan que fue muy lento y que se mandó una reforma demasiado tarde, que perdió mucho tiempo y que por eso… porque hay un conjunto de ideas en boga muchas cabezas que hay que aflojar las riendas a total iniciativa del mercado, y el Estado debe intervenir lo menos posible, y que ello va a generar, en principio, cierto grado de conflictividad y una concentración de la riqueza, pero pasado un cierto tiempo, la acumulación del sistema empresarial que prospera va ver que la riqueza de la cual parte van a gozar los sectores que están abajo… ésta es una mitología que ha sido extendida y por eso está en contra de la política de subsidio, se está en contra de demasiado gastos en políticas sociales…mejor dejar que el descarnado mercado arregle la cosa… y por eso este gobierno va a intentar un conjunto de reformas, ha metido una ley que es un ferrocarril, que lo quiere aprobar con rapidez. Y bueno, siguiendo esa manera de pensar veremos lo que pasa porque la realidad es charca y es porfiada y además ha aparecido este instrumento de coronavirus y me temo mucho que los más pobres van a pasar un tiempo bastante mal, pero ojalá que me equivoque.
—¿En qué somos parecidos y en qué somos diferentes los argentinos y los uruguayos?
—Tenemos una serie de defectos que son similares. Tal vez como somos mucho más pequeño, mucho más cotidiano, mucho más barrial, hemos tenido que aprender a vivir entre dos gigantes. Tal vez mantenemos, a pesar de nuestras disidencias, un sistema político que mantiene un cierto grado de concordia, un cierto grado de mutuo respeto y que cultiva el intento de alguna política de carácter nacional, sino de estados por lo menos nacionales. El Uruguay, es un país de llanura. Nada muy exagerado ni para un lado y para el otro. Es un país liberal, un poquito conservador, pero no reaccionario, y su sistema político se ubica dentro de ese parámetro, lo que llamamos izquierda no es tan radical como aparenta y lo que llamamos derecha tampoco es calcada a la que se ve por otro lado. Es un país negociador con vieja tradición de negociación. Y con altos y bajos. Y con ciclos económicos de progreso y ciclos de estancamiento.
—¿La argentina, usted dice, es un poco más extremista.?
—Es mucho más radical, más violenta, los antagonismos se hacen crudos y en blanco y negro, y por momentos me da la impresión de que hay odio. Y no me gusta. Soy hincha Argentina, de la quiero en pila, cuando la Argentina anda bien nosotros andamos bien, cuando la Argentina anda mal nosotros andamos mal. Nosotros no somos hermanos, nacimos en la misma placenta. Somos hijos de la misma angustia, del mismo conflicto. La realidad, nuestra Nación, es un desgarramiento y una argentinidad mayor. Entonces hay un gran identidad muy fuerte. En el único lugar que los uruguayos parecen coterráneos es en la Argentina. Y bueno, así es la cosa, amigo.
—Pepe, había hablado de la deuda y le quiero preguntar si hay otro Fondo Monetario Internacional. Y le digo esto porque el propio FMI dijo que la deuda Argentina es impagable.
—Sí, hay alguien que tiene objetividad en la cabeza, que está mirando lo que pasó, lo que hay. Y se da cuenta que por el volumen de la deuda y el volumen que puede tener la economía argentina, como está laudada y está planteada, intentar pagar lo que está significa un largo sacrificio para una sociedad ya sacrificada y parece inteligente que respire, que se expanda, que crezca, que se estabilice y tener cierta facilidad a largo plazo para poder pagar porque nunca, nunca dijo de no pagar, dijo que hay que bajar un poco los números, bajar la tasa de interés, etcétera y tiempo. Y yo creo que si el mundo occidental y financiero tuviera visión política no cometería el error de empujar a la Argentina al default. Sería condescendiente en la Argentina, por lo siguiente; apretar a la Argentina va a significar, en una lucha de poderes, favorecer a China, sencillamente. Acá no hay carmelitas descalzas, pero la Argentina es un formidable productor de alimentos y de granos, justamente lo que precisa Asia, nosotros tenemos una cultura europea, una cultura mediterránea y todo lo que se quiera, pero si Occidente comete ese error no va a hacer otra cosa que obligar a que la Argentina quede francamente dependiente de China, y creo que quien lucha por la independencia quiere tener uno huevito en un lado, un huevito en el otro, y no ciento por ciento en nadie, pero a veces los pueblos tienen que hacer lo que pueden, no lo que quieren, Si cometiera Occidente esa tropelía, estoy seguro que China abriría los brazos, y después anda a llorar al Cuarteto. Está claro ¿no?
—En este marco, ¿cómo ve el papel del Papa? Acá Alberto Fernández dijo que jugó un papel muy importante, de manera silenciosa, tratando de interceder ablandar a los bonistas y de alguna manera pueda negociar de mejor manera la Argentina.
—No, no, el Papa… este Papa está tratando de tonificar el sentido popular de la Iglesia a la cual pertenece. Este es un Papa verdaderamente del mensaje cristiano. Es un Papa de los pies descalzos, es un Papa con sensibilidad a los que sufren en el mundo y de las dificultades. Por supuesto que tiene un corazoncito argentino también y Latinoamericano. Y es un honor. Yo no soy creyente, no soy creyente, pero políticamente le tengo un gran respeto a la Iglesia Católica por razones políticas, porque los latinoamericanos tenemos dos cosas en común: la lengua y la tradición cristiana. Y hay muchísimo cristianismo en los pueblos latinoamericanos, por eso le tengo un gran respeto. Sé los defectos de la Iglesia como cualquier construcción humana, pero este Papa, si creyera, diría que es una bendición.
—¿Cómo fue que pasamos de del idealismo de los `70, con la crudeza a esos años, por supuesto, a estos tiempos de tanta corrupción y falta de idealismo?
—Poderoso caballero es Don Dinero capaz de transformar el oro en bosta y la bosta en oro, decía Quevedo, más o menos, hace muchos años. La nueva religión real en este mundo es el mercado, el organizador de nuestra civilización. Parece que hay que ser rico fuere como fuere, que el triunfador es el rico y el que vive con sobriedad o es pobre fracasó, es un fracasado. Los triunfadores son siempre ricos, por lo tanto, hay que ser ricos fuere como fuere. Cómo no va a haber corrupción si les estamos enseñando a los gurises prácticamente desde la cuna eso. Naturalmente que es muy fácil que por ese afán de riqueza se termine vendiendo el alma al diablo. Se cosecha lo que se siembra, querido.
—Hablando de idealismo, ya que le pregunté por ello, cuando usted se vio con Alberto Fernández le mostró un libro con anotaciones del Che.
—¿De qué?
—Con anotaciones del Che Guevara.
— Ah, sí, sí. No, un diario escrito por el Che Guevara con letra real.
—¿ Y qué era ese libro?
— ¡Ah! ¡Y bueno! Uno se puede dar ciertos lujos, vio!
—Hay una anécdota que suele contar Alberto Fernández, cuando fue a verlo junto a Florencio Randazzo, por entonces candidato a senador. Él cuenta que usted le dijo por qué no era candidato él ¿Fue así?
—Sí, sí.
—¿Lo veía candidato ya en ese entonces?
— Yo qué sé, no sé. Probablemente. Probablemente son esas cosas que surgen y uno no sabe de dónde.
—Si yo le pregunto que me diga cuál fue el mejor presidente argentino que usted recuerde ¿se anima a decirme?
—No sé. Hay dos personajes en la historia argentina, Don Yrigoyen y Juan Domingo Perón. Estuvieron en circunstancias distintas, a los dos les dieron golpes de Estado, les dieron en la nuca. Les tengo gran respeto y en los años venideros Alfonsín me pareció que era un hombre más bueno que Lassie. Pero probablemente tenga lagunas en la interpretación de la historia argentina.
—¿Algún referente de estos tiempos, algún referente mundial, de la región?
—Soy amigo de varios. Soy amigo de Lula, lo estimo enormemente. Es un agitador natural, con un formidable poder de comunicación con su pueblo. No sé, naturalmente me pasan… tengo miedo de olvidarme de gente que ya no está pero que estuvo. Admiro a Evo, por el origen, por lo que intentó hacer, por lo que hizo, por lo que sembró en su pueblo, porque representa en alguna medida el corazón sometido de las razas latinoamericanas anteriores a la conquista, y me siento… a lo largo de la historia humana me siento hermano de todos los luchadores, pienso…yo no creo en la idea de izquierda y de derecha moderna. Moderno es el lenguaje a partir de la Revolución Francesa, pero creo que hay dos caras eternas del hombre: hay una cara conservadora y una cara solidaria. Me siento pariente de los hermanos Graco, de Epaminondas, de todos los que han luchado en el contexto de su época, de su tiempo, de Cristo hombre, no de Cristo Dios, y por eso me siento hermano de todos los luchadores con sus virtudes, con sus defectos, con sus percepciones, porque hombres son, naturalmente, y limitaciones tenemos, por eso los hombres pasamos pero las causas quedan.
—La última pregunta política que le quiero hacer es sobre Cristina Kirchner. Usted sabe que hubo diferencias entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández en los últimos años. Hoy comandan este país como Presidente y Vicepresidente y…
—…Cristina me parece, por momentos, brillante. Le tocó el timón de un país difícil, es mujer, ha tenido que enfrentar el oculto machismo que está por todos lados, y por momentos ha tenido que agrietar un poco el carácter, la dureza, pero en algunas cosas como ésta, el abrirle la puerta a Fernández, habla de la enorme madurez política y la visión que tiene. No se ven todos los días gestos de esa naturaleza.
— Bien, ahora si voy a lo personal. ¿Recuerda la última vez que lloró?
— Ah! Si! Yo me emociono seguido, y por cosas de…. Cuando siento el bandoneón de Pichuco por momentos me emociono ¿se da cuenta? No sé, hay cosas del arte que me emocionan, y me emocionan ciertos momentos de la vida… y… siento sufrir a los animales, he sufrido mucho, terriblemente emocionado, con la muerte de mi perrita, y yo que sé, si… Creo que soy por un lado un terrón con patas, y por otro lado soy un viejo bastante osco y medio duro, pero en el fondo soy muy emotivo.
— ¿Ese viejo osco y duro le tiene miedo a la muerte?
—No. No precisamente a la muerte. Le tengo miedo a la inutilidad, a quedar como un vegetal, a no ser, a no sentir. La muerte puede ser piadosa, la muerte no es tan negra como parece. Quisiéramos vivir todo lo posible pero las cosas están programadas para que las cosas vivas se mueran, y alguna razón debe de haber, porque nos vamos gastando, nos vamos desgastando y viene el camino del sufrimiento. Por eso una cosa es vivir y otra cosa es sufrir. No le tengo miedo a la muerte, me ha andado varias veces rondando y no me quiso llevar, pero en algún momento me va a llevar.
—Le propongo un ping pong ¿Una música que le guste, o una banda ?
—Sí, soy tanguero. Y de los que hacen ruido No Te Va a Gustar.
—¿ Alguna comida que le guste especialmente?
—Me gusta el asado de tira.
—¿Un equipo de fútbol de Uruguay y de Argentina?
—De Uruguay soy hincha de Cerro, y de la Argentina tengo inclinación por Boca.
—¿Un hobby? ¿Algo que le guste hacer fuera de la política?
—Me gusta trabajar la tierra.
— ¿Qué es enamorarse para usted?
—Enamorarse es andar por las nubes, como flotando, una especie de paraíso terrenal.
— Y la última pregunta que le hago y le agradezco, por supuesto, que haya estado conversando conmigo prácticamente una hora. ¿Cómo quiere que lo recuerden cuando deje esta vida?
— Ahhh…no me preocupa nada. En realidad estos son los berretines humanos. No sé por qué para el universo va a ser más importante la vida de un hombre que la vida de un escarabajo jejeje… En realidad soy una especie de panteísta, admiro la vida en todo su forma pero no coloco al hombre en el medio como una cosa muy importante. Nos creemos a cada rato… decimos «es para la historia». Todo lo humano es historieta. Cinco mil años no es nada. Dentro de cinco mil años algún especialista tendrá una idea y nada más. En la vida del universo cinco mil, 50 mil, 200 mil años no son nada, por eso no me preocupa. Me preocupa que cuando mis brazos caigan existan otros brazos que levanten las viejas banderas. Eso sí.
- Texto: DIEGO SCHURMAN
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